La menor desapareció en 2013 y casi un año y medio después su asesino confesó lo que le había hecho y reveló dónde se encontraba su cuerpo.
En 2013, Gloria Castillo Torres trabajaba para el gobierno del estado en San Luis Potosí, mientras sus tres hijas se quedaban bajo el cuidado de su abuela materna, María Guadalupe Mora Torres, en el municipio de Tamuín.
Una de las pequeñas era Itzel Romani Castillo Torres, de 11 años, quien estudiaba el sexto año de primaria, vendía boletos de la quiniela de “bolitas” para ayudar en los gastos familiares y asistía a clases de catecismo en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en dicho lugar también iba cada jueves a la misa de la “hora santa”.
El 24 de enero de 2013, justo dos días antes de su cumpleaños, la pequeña se encontró con una amiga para ir a misa, pero antes de que terminara, Itzel la acompañó a su casa. Al dejarla, le comentó que regresaría a la iglesia por su abuela y volver juntas a su hogar, pero la señora ya se había ido al no verla. Ya no la vería con vida jamás.
Esa misma noche las autoridades y la comunidad iniciaron su búsqueda, misma que duró un año y cinco meses, pues tras ese tiempo se halló el cuerpo de la niña en el cañaveral de “Puntilla”, envuelto en una sábana.
Su localización se logró gracias a la confesión que hizo Filiberto Hernández Martínez, quien coordinaba las actividades de catequesis en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. El hombre fue detenido por portar un arma y ante las autoridades reveló que el día en que la niña desapareció la vio antes de que volviera a entrar a la iglesia y la subió a su camioneta, para después estrangularla y asesinarla.
Fuente: Proceso
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