Se reproducen fragmentos de algunas de crónicas de los últimos días, que han dado luz a lo ocurrido en Iguala, Guerrero:
Vuelve a Iguala el ‘‘usted disculpe’’/ La Jornada, por Arturo Cano
…El espacio de las fosas está delimitado aún por cintas amarillas, pero nadie impide el paso, nadie cuida la ‘‘escena del crimen’’ (ya por la tarde, a otros colegas que lo intentan se les impedirá el paso).
Al lado de una de las fosas hay un montículo de ramas, hojas y cenizas: uno de los lugares donde habrían quemado los restos antes de echarles tierra encima.
Un amarillento periódico local publica fotografías que dice son de los cuerpos hallados en este paraje de Pueblo Viejo. Cuerpos putrefactos, pero enteros, e incluso personas con ropa y con los rostros reconocibles. Se muestran esas imágenes a un empleado del forense local. ‘‘Esto no es nada de lo que yo vi’’, se encoge de hombros. Se le pide precisión. ‘‘Eran restos. Quemados. ¿Cómo decirle? En lugar de espalda, sólo un trozo de piel’’.
El fondo de las fosas está lleno de agua. No. Más bien de un espeso líquido de aspecto jabonoso donde hay agua de lluvia mezclada con humores humanos, moscas enormes y tierra. Nauseabundo, fétido, podrido, ninguna palabra describe el olor que despiden las tumbas marcadas con banderines rojos y amarillos de la procuraduría local (…).
“Nos cazaron como perros”/ Proceso, por Pedro Matías
“Los disparos eran a matar. Nos cazaron como perros, como si fuéramos peor que unos delincuentes”, relató un estudiante de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero.
El compañero de estudios de Christian Tomás Colón Garnica, de 18 años, quien se encuentra en la lista de los 43 normalistas desaparecidos, recuerda la pesadilla que vivió el 26 de septiembre, cuando fueron sometidos a balazos por policías municipales de Iguala, Guerrero.
El delito de Christian, dice, “fue ir a pedir cooperación”, y por ese motivo “fuimos sometidos a balazos el día viernes. El primer atraco fue a las ocho y media de la noche del 26 de septiembre de 2014, cuando regresábamos de ir a botear para sostener las prácticas docentes y demás cosas que en la escuela nos hacen falta, ya que por parte del gobierno de Guerrero no es suficiente”.
Esa noche, cuenta, “varios compañeros quedaron heridos y los policías se llevaron a otros en sus patrullas”.
Cerca de las 11 y media de la noche, cuando se daba la conferencia de prensa, vino el segundo ataque, donde quedó herido gravemente el indígena huave Edgar Andrés Vargas, originario de San Francisco del Mar, Oaxaca. Una bala le impactó en la boca, quedando gravemente lesionado (…)
‘Le arrancaron la piel y los ojos’/ El Mundo, por Jacobo G. García
Fue una masacre. A mi compañero le pegaron un tiro en la cabeza y se debate entre la vida y la muerte. Yo tengo un disparo en la pierna y al ‘Chilango’ le arrancaron los ojos y la piel de la cara. Faltan además 43 compañeros de esta escuela y no pararemos hasta que los entreguen, explica Juan, un alumno que la noche del 26 de septiembre se libró por poco de estar en una de las seis fosas que conmocionan a México.
“Éramos unos 80 alumnos, salimos a por tres autobuses como habíamos hecho otras veces. Solemos ‘tomarlos prestados’ un par de días par ir a las manifestaciones, en esta ocasión a la del 2 de octubre en la Ciudad de México que rememora la matanza de Tlatelolco, y luego los devolvemos”.
En la pista de baloncesto de la escuela de magisterio de Ayotzniapa, junto a retratos de Lenin o Marx, Juan Pérez (nombre ficticio) traga lágrimas y saliva con cada frase. Mientras enrolla en la palma de la mano una tortilla de maíz, hace pausas largas para explicar la noche más siniestra que se recuerda, misma en la que desaparecieron 43 compañeros de magisterio que nadie ha vuelto a ver y que se intuye pueden estar en las fosas encontradas el domingo.
Piel oscura, pantalón rasgado y unas ropa tan limpia como remendada infinidad de veces. “Íbamos con los autobuses cuando una patrulla se puso delante y nos cortó el paso. El policía que la conducía salió corriendo y varios alumnos bajamos para moverla. Yo estaba delante con mi compañero ‘La garra’ moviendo el coche cuando oí un balazo,miré y me di cuenta que estaba en el suelo y su cabeza echaba sangre sin parar. De repente aparecieron muchos más policías que disparaban sin parar. Ráfagas que venían de todos los sitios hasta que otra bala me alcanzó a mí en la rodilla. Como pude corrí al autobús y durante veinte minutos rodearon el vehículo y abrieron fuego a mansalva, sin parar. Los cristales, las ruedas, la chapa…todos estaba destrozado y lleno de agujeros mientas aguantábamos tirados en el piso del bus, bajo los coches, escondidos.
Para seguir leyendo, aquí: Aristeguinoticias.com
Sé parte de la conversación