(18 de septiembre, 2014).- La violencia está presente para cualquier migrante que transite por México, ésta es una constante en su camino. Información que posee el Instituto para las Mujeres en la Migración (IMUMI), y que presentará en un informe en octubre próximo, menciona que “31.7 por ciento de los hombres y 39.9 por ciento de las mujeres sufrieron algún tipo de violencia durante su viaje, aunque de distinto tipo”. De esa violencia en general, hay un apartado muy específico, que se refiere a la violencia sexual; en este rubro, 24 por ciento de las mujeres migrantes es víctima de violencia sexual durante su tránsito por México, frente a 5 por ciento de los hombres y 50 por ciento de la población Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Transgénero e Intersex (LGBTTI).
La violencia sexual es definida por la Organización Panamericana para la Salud como: “todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona (…) Algunos ejemplos de violencia sexual incluyen: la violación por parte de desconocidos; las insinuaciones no deseadas o el acoso de carácter sexual, incluyendo la exigencia de mantener relaciones sexuales a cambio de favores; o la prostitución forzada y la trata de personas con fines de explotación sexual”.
Para Julio Campos Cubías Coordinador General del Colectivo “Migrantes LGBT”, la comunidad LGBTTI migrante no está visibilizada, y por ende, “la realidad de este grupo no se conoce del todo”. Campos agrega que “el trato hacia una persona de la comunidad es excluyente y denigrante por parte de las autoridades”, tal como sucedió en el caso de Ender Martínez, quien permaneció siete meses en la estación migratoria de Iztapalapa, en la Ciudad de México, también conocida como “Las Agujas”.
Ender es salvadoreño, es gay y activista de la comunidad LGBT en su país. Ender fue detenido en octubre de 2013 en Chiapas y su principal delito fue ser migrante y ser gay. Ender tiene tratamiento especializado por un padecimiento de varicocele testicular, –lo cual se traduce en una dilatación de las venas en los testículos, y se presenta en el 20 por ciento de los hombres–, por lo que requiere una dieta especial. A pesar de esta necesidad médica, Ender no tuvo una alimentación ad hoc a su padecimiento, por lo que perdió 12 kilos en tres meses. Pero ese no fue el problema más grande que vivió el salvadoreño. La condición de su orientación sexual generó que agentes del INM que trabajaban en la estación de Iztapalapa, le pidieran favores sexuales a cambio de un mejor menú en la comida.
Tanto en el caso de Julio como de Ender, ambos huyeron de su país por ser perseguidos por su orientación sexual. Existen numerosos casos donde, tanto el Instituto Nacional de Migración (INM), como la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), dependiente de la Secretaría de Gobernación, han negado el acceso a visas humanitarias o asilo político a migrantes gays, lesbianas o trans, pese a que las causas de abandono en sus países de origen sean por la violencia y exclusión debido a su orientación.
En el informe se plantean algunas de las causas más comunes que generan esta violencia sexual y que son de orden estructural: los operativos de control y verificación por parte del INM y las corporaciones policiales en condiciones de violencia y en lugares peligrosos (especialmente vías férreas); el incremento de bandas delictivas; la extorsión y violencia sexual por parte de trabajadores del tren y maquinistas; la colusión entre las bandas de asaltantes y los maquinistas de los trenes, quienes entregan a las mujeres como moneda de cambio para seguir su camino; los mismos migrantes entregan sexualmente a sus compañeras de viaje a cambio de seguir el camino; las condiciones del viaje junto con traficantes, como el resguardo en casas de seguridad; la cultura de violencia estructural contra la mujer en México; la falta del acceso a la justicia, la corrupción, y la impunidad.
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