El 50% de los reos de este penal se han entregado voluntariamente.
En el Centro de Reinserción Social (Cereso) de Guachochi, en la sierra de Chihuahua, a diferencia de la mayoría de las cárceles mexicanas, no hay corrupción, ni drogas y tampoco la autogobiernan los presos.
Se trata de una cárcel indígena, con 253 presos y la mitad de los reos han caminado durante horas desde sus comunidades para entregarse.
El penal abrió sus puertas en 2015, y el director, Juan Martín González, se encuentra sumamente orgulloso del lugar, que cuenta con un taller artesanal, establo, panadería y biblioteca.
Aunque algunos de los presos se encuentran en el Cereso a causa de delitos federales, el director dice que en general son tranquilos y nunca han generado ningún problema.
Las comunidades indígenas en la sierra de Chihuahua funcionan según su ley para delitos menores pero cuando se cometen homicidios o violaciones, los líderes instan a las personas que han delinquido a presentarse ante las autoridades civiles.
El programa de readaptación social de este lugar parece funcionar, ya que se calcula que al menos el 50% de sus internos se han entregado voluntariamente y tan sólo el 2% ha reincido en delitos.
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