Por Pablo Montaño
Es fácil acostumbrarse a cosas que hace tiempo perdieron su sentido (o que quizás nunca lo tuvieron) y que quedan estorbando en nuestras vidas: los teléfonos públicos de tarjeta, la caminadora que ahora sirve de tendedero, el botón de compartir de Google+, o los cinco meses que separan la entrada en gobierno de los candidatos que ganaron una elección. Sin mucha justificación tenemos larguísimos periodos de transición (de los más largos del mundo), meses completamente anticlimáticos que acaban con toda la efervescencia electoral. El relevo presidencial en España, Argentina y Colombia se hace en alrededor de un mes y en Francia esta transición puede reducirse hasta los 10 días; contrastante con una presidencia municipal o una gubernatura que puede tardar hasta ocho meses (como en Jalisco) en entrar en funciones.
Se trata de un inconveniente que figura muy bajo en nuestra lista de preocupaciones y urgencias. Sin embargo, los prontos (no tan pronto como quisiéramos) a ser exgobernadores nos recuerdan por qué estos tiempos son tan mala idea. Caídos en desgracia y reprobados en las urnas se mueven con una velocidad que nunca imaginaríamos de sus administraciones (mucho menos de su corpulencia), todo para cubrir las marcas de sus nefastos gobiernos. César Duarte de Chihuahua logra la aprobación de una deuda de 6 mil millones de pesos, no contento con entregar una de las entidades más endeudadas del país y con tener a su población furiosa les ha asestado un último sablazo. Por su parte, su tres veces símil veracruzano (de apellido, cargo y fama) y Beto Borge en Quintana Roo, crearon y asignaron fiscales anticorrupción que también son compadres, los cuales solaparían sus casos de corrupción, de tortura y violación de derechos humanos, algo así como sus Virgilios Andrade región 4, que por cierto Peña ha impugnado (Virgilio sólo el suyo).
El bar en manos del borracho, dejar a estos nefastos administradores de lo público, resentidos con la malagradecida población que fue ciega a todas las dichas de sus gobiernos, con cuentas pendientes por todos lados y con varios meses para su salida, es una terrible idea. Cuando tuvieron incentivos para ser limpios y ordenados en el gasto y en las asignaciones fueron voraces, con nada que perder (las elecciones ya las perdieron bien perdidas) y jugándose pasar varios años en la cárcel, estos sujetos harán todo lo posible por llevarse su última tajada y meter debajo de la alfombra todo lo que quepa (con la previa compra y licitación inflada de la mencionada alfombra).
Twitter: @pabloricardo2
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