La derrota debió ser mayor. Había con qué. Foto: Luis Barrón
Por: Alejandro Páez Varela*
No sé cuántos, pero calculo que millones de mexicanos contamos los días para que termine este sexenio. Las razones son muchas y dependen de cada quién, pero las resumiría en dos. La primera se refiere a aquello en lo que esta administración federal no ha metido la mano: toneladas de promesas incumplidas. La segunda razón, donde este gobierno sí ha metido la mano y, para desgracias de todos, ha fracasado.
Si lo medimos por la popularidad del Presidente Enrique Peña Nieto, diría que somos una muy amplia mayoría los que queremos que el tiempo vuele y recojan sus chivas. Allí están las mediciones que realizan dos medios.
Si calculamos el rechazo por la economía, salvo los diez o veinte que se beneficiaron con las reformas (la mayoría políticos), el resto rogamos que corra el tiempo porque cada minuto de Luis Videgaray nos sale caro: más deuda, más pobreza, más desigualdad, menos crecimiento, menos valor por nuestros pesos y dólares más caros. Allí están las cifras oficiales.
Si lo medimos por la trágica derrota de Miguel Ángel Osorio Chong en seguridad, y agregamos la corrupción, la impunidad, las promesas incumplidas, diría que una cantidad muy alta de esos millones de mexicanos que deseamos que ya termine el sexenio tenemos dos, tres, cuatro, cinco razones acumuladas para estar más que insatisfechos; diría que encabronados.
Pero si queremos que este gobierno se vaya de una vez por todas; si la economía está de la tiznada, si el Presidente sale súper mal calificado, si sabemos que la corrupción está del nabo y la violencia y la desigualdad y la pobreza también, mi gran pregunta es: ¿Y por qué no sale la gente a las urnas a demostrarlo, masivamente?
No hay chapuza que valga, dice cualquier cálculo, si los ciudadanos salen en masa a derrotar las estructuras de acarreo. No hay elección “de Estado” si los mexicanos se ponen las pilas y votan; no hay narcoelección que se imponga, si los ciudadanos responden, a solas, detrás de las mamparas, con su voto.
¿Y por qué no lo hacen? ¿Por qué ayer, por ejemplo, no salieron esos millones que debieron defender su salario, su seguridad, su patrimonio, carajo, cuando una Nación entera y todos sus recursos están siendo malbaratados, entregados al mejor postor? ¿Por qué no salieron a defender su dignidad?
No sé cuántos, pero sospecho que millones de mexicanos contamos los días para que termine este sexenio. Los mismos millones que, a la mera hora, nos arrugamos.
Si la oposición logró hacer retroceder a Manlio Fabio Beltrones y a Peña, fue con un esfuerzo grande no de las mayorías. La derrota del PRI debió ser mayor. El daño hecho al país en apenas cuatro años no tiene parangón.
Para como está Peña Nieto de hundido –la peor calificación de la historia para un Presidente–, no veo al PRI doblegado, agachado. No llegará a 2018 robusto y sonriente ni mucho menos; tampoco queda imposibilitado.
Millones de mexicanos que deseamos que ya termine el sexenio y tenemos dos, tres, cuatro, cinco razones acumuladas para estar más que insatisfechos (diría que encabronados) preferimos ver las elecciones por televisión, sin el dedo pintado.
Sostengo que nos arrugamos, como ciudadanos, a la mera hora, porque si el descontento es tan grande (“mal humor social”, le llama el Presidente) y el desempeño de este Gobierno es tan malo, ¿por qué entonces el PRI no se llevó ayer una paliza rotunda? No menosprecio los triunfos de la oposición, pero, ¿por qué dejamos al PRI siquiera respirar?
Veo un avance del PAN, y me alegro y le pediría que, después del fracaso que significaron estos 12 años en Los Pinos, aproveche y se comprometa en su lucha contra la corrupción: Vicente Fox y Felipe Calderón nos dejaron a los Carlos Romero Deschamps, a las Elba Esther Gordillo, a todas las demás tepocatas que iban a agarrar a garrotazos. Esperemos los resultados, a ver qué dicen, pero podría ser el partido que más avanzó. Ahora, porque ha defraudado masivamente –y es parte del desencanto–, debe pensar muy bien a quién llevará a la elección presidencial.
La verdad, veo a la izquierda muy menor. Morena avanza y el PRD se desfonda. Pero Morena no avanza a la velocidad con la que se desfonda el PRD y entonces, sugiero, calculo, pienso que esos votos que no capta Morena se van a otra parte o no se van a ningún lado.
Pero sobre todo, veo a los ciudadanos poco congruentes. Ya sé que los partidos son una porquería y que los candidatos no nos llenan el ojo. Ya lo sé. Pero deberían votar y expresarlo. Deberían decir lo que supuestamente dicen cuando les preguntan por Enrique Peña Nieto: que no es lo que esperan de un Presidente.
La paliza al PRI debió haber sido de tal tamaño que no le quedara otra que poner la cara que tuvo Francisco Labastida durante toda la elección de 2000.
Siento, a veces, que los ciudadanos sí están contentos con Peña Nieto y responden que no porque creen que con eso cumplen con su responsabilidad civil frente a la debacle. Y el días de las elecciones no salen; se quedan en casa. Se rascan la barriga mientras su patrimonio, su salario y su dignidad se deslizan al caño.
Veo millones de ciudadanos “descontentos” que, a la hora de la hora, se arrugan. Eso veo. O son peñanietistas de clóset o, francamente, flojos o acomodaticios. No todos, ya se –porque fue una jornada mala para el PRI–, pero sí muchos.
Si alguien ve otra cosa, felicidades. Yo no soy optimista. Tampoco soy ciego. El PRI nos ha demostrado que supera sus derrotas en poco tiempo. El PRI nos ha demostrado muchas veces que si le aplastan una cabeza, le salen otra tres.
¿Para qué dejarlo respirar? Los niveles de rechazo al Presidente son históricos en las encuestas, ¿por qué, entonces, no salimos masivamente y le dimos un tiro de muerte a ese partido que nos ha significado una noche oscura, larga noche de más de 80 años?
*Twitter: @paezvarela
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