La historia de la pequeña Iris Grace Halmshaw dio la vuelta al mundo por sus obras de arte y ahora, con la llegada del gato Thula a su vida, la niña ha logrado importantes progresos.
Iris es una niña británica de seis años que fue diagnosticada con autismo cuando tenía dos años. Desde entonces, sus padres trabajan para ayudarla con su condición y, sobre todo, para que la pequeña logre conectarse con el mundo.
Hace varios años sus padres descubrieron que la pintura era una herramienta y, efectivamente, el arte despertó el interés de la pequeña, que comenzó a pintar y realizar obras de arte, por lo que su historia se difundió en medios de todo el mundo, lo que logró que personalidades como Angelina Jolie adquirieran sus cuadros.
Pero el cambio más grande para Iris fue con la llegada de su mascota, Thula, un gato de raza Maine Coon que ya tiene dos años de edad y que se convirtió en el compañero inseparable de la niña.
Arabella Carter-Johnson, la madre de Iris, contó que antes de que Thula llegó a sus vidas, habían probado otros animales. Habían oído de la conexión que muchas veces establecen los niños autistas con las mascotas, por eso probaron, en primer lugar, con perros o caballos. Sin embargo, no funcionó.
El tipo de autismo de Iris se caracteriza por tener patrones de sueño irregular, comportamiento obsesivo, falta de contacto visual, nada de interacción en el juego, tanto con los padres como con otros niños. Además de que se siente muy insegura ante lo desconocido.
Luego sucedió que el hermano de Arabella se iba a ir de vacaciones y necesitaba que alguien cuidara a su gato. La familia tuvo una gran sorpresa al ver cómo enseguida la niña y el gato hicieron contacto.
Arabella decidió entonces desterrar su creencia de que los gatos eran mascotas distantes y comenzó a investigar qué tipo de gato era el más adecuado para Iris.
Muchos le hablaron de los Maine Coon, por ser amables, inteligentes e incluso aficionados al agua.
“Es tranquilizador saber que ella tiene su pequeño amigo, y alguien que no sea sólo nosotros, sus padres y sus educadores”, dijo la madre de Iris.
Para cuando Thula llegó al hogar, Iris tenía muchos problemas sensoriales, un rasgo característico en ciertos tipos de autismo. Odiaba la sensación de cosas en contacto con su piel. Ya fuera ropa o agua. Tal es así, que la tarea de vestirla o darle un baño podía ser sumamente complicada.
A pesar de ello, la primera vez que Thula vio que Iris estaba tomando un baño, saltó dentro de la bañera. Y, según cuenta Arabella, tres meses después de la llegada del gato a su hogar, la niña ya no tenía problemas con el agua o con ponerse cualquier tipo de ropa.
Los padres de Iris están además sorprendidos por cómo se desenvuelve el gato con la pequeña. Cuando Thula está con ellos, puede ser un gato travieso.
Pero cuando está con Iris, pareciera saber lo que debe hacer. Si nota que la niña se inquieta por algo, por ejemplo en el coche, el gato se acerca y se sienta en su regazo, hasta que se tranquiliza. Si Iris se despierta durante la noche, asustada, él la acompaña hasta que vuelve a conciliar el sueño.
El cambio fue tan grande, que al poco tiempo Iris comenzó a hablarle a su gato. Con instrucciones sencillas, como “sentado, gato”. O persiguiéndolo por la casa diciéndole “más gato”, “más gato”.
Arabella cuenta que cuando diagnosticaron a Iris, los médicos les habían dicho que la niña “nunca” hablaría o tendría trato con otros. Pero todo cambio a raíz de la llegada del gato.
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