Por Vladimir Ramos*
“Si todo es importante, nada es importante”. Garr Reynolds
Hace muchos años aprendí que en una campaña, entre muchas cosas, se administra el caos, que si un recurso debe cuidarse con exageración, es el tiempo; y que si algo no podía perderse era la oportunidad de decir cosas oportunas en los momentos oportunos. Con el paso del tiempo he ido descubriendo más sobre este tipo de detalles y comprobando el grado de incidencia que llegan a tener en una campaña electoral, y puedo decir que si los descuidan, pueden incluso determinar el éxito o fracaso de una campaña electoral.
De las múltiples variables que inciden en el curso de las campañas, hay una por la que tengo especial preferencia: la comunicación. Yo sostengo, y problabemente muchos coincidirán, que comunicar en las campañas aunque parece tema fácil, por supuesto que no lo es, porque las posibilidades de confundir el acto de hablar con la acción de comunicar en la vorágine de la campaña, son muy altas.
Hablar, dice la Real Academia Española, es emitir palabras; mientras que comunicar es hacer a una persona partícipe de lo que se tiene. Puesto de otra manera, mientras hablar es un acto que no requiere mayor técnica y puede pasar como un acción casi mecánica y automatizada, comunicar requiere de mucho más. Primero, inicia teniendo claro qué queremos comunicar, y después, de estar dispuesto a mantener una disciplina discursiva para poder lograrlo.
Garr Reynolds dice que si todo es importante, nada es importante; y tiene mucho sentido. Si en un periodo de campaña limitado quieres hablar de todos los temas, no solo no lo tendrás éxito para fijar en el electorado una opinión sobre ti, sino también, te mostrarás impreciso, y en ello, siempre correras el riesgo de no marcar en el electorado ni tu distancia, ni lo que te hace diferente respecto de los otros contendientes.
Comunicar versus hablar en una campaña electoral es ayudar al votante a que diferencie el sonido del ruido, mientras que lo primero se refiere a la significación y al valor literal que tienen en sí las palabras, lo segundo se refiere a una interferencia que afecta a un proceso de comunicación. No obstante, hablar en una campaña se ha vuelto un acto de lo más común y natural, y por tales condiciones, se da por sentado que se hace lo correcto.
Si lo ponemos en perspectiva, como le digo a las personas con quienes tengo el gusto de colaborar: hay de una aunque parezcan dos, hablar te hará gastar tiempo, dinero y esfuerzo; mientras que comunicar te puede hacer ahorrar tiempo, dinero y esfuerzo, recursos indispensables en toda campaña y de los cuales hay que tener la mayor cantidad como sea posible la mayor cantidad de tiempo como sea posible.
Hagan la prueba, hablen mucho en campaña y verán como tendrán que gastar más para lograr “persuadir” al votante, hablen poco y comuniquen más, y verán como empezarán a tener más recursos para destinar a otras áreas de su campaña. Ahora bien, para comunicar, se requiere tener un aceptable uso del lenguaje, así como conocimiento de causa o al menos un conocimiento de los temas relevantes para tus votantes, pero más importante y en verdad insisto en este punto, a estas alturas del sistema democrático en México y de lo que significa gobernar, hay que tener conocimiento preciso de cuales son los alcances y las limitaciones del cargo al que se aspira, porque solo así podrás dimensionar lo que está de por medio, y esto cuenta para poder comunicar.
Los tiempos electorales, entendiéndose como tiempos de campaña y precampaña, aunque están definidos por la Constitución General de la República, fueron acotados por la reforma electoral del 2014. Ahora, el escenario para candidatos y partidos políticos consiste en hacer campañas en menos tiempo, con más restricciones y con mayor observancia de los órganos electorales.
Lo anterior también significa que cada día de precampaña o campaña deberá aprovecharse al máximo para transmitir mejor las propuestas y para construir con rapidez los vínculos con los posibles electores. Ahora, todo proyecto que se pretenda para un municipio, para un distrito para un estado o para la presidencia de México, así como las soluciones específicas a sus problemas, las ideas que ya se tienen, y las que se van adquiriendo en campaña, deben ser comunicadas de manera precisa para que estos plazos más cortos no pongan contra las cuerdas a las campañas.
En periodos que van de los 90 a los 30 días de campaña, por ejemplo, las candidaturas deben comunicar al electorado, o a la mayor parte de él, su historia de vida, su trayectoria, sus propuestas, los compromisos que asumen, sus méritos, y hacerlo bien porque de ello dependerá la opinión formada hacia estas, y por tanto, la posibilidad de ser o no ser votado.
La tarea por supuesto no es fácil pues demanda hacer de la necesidad de comunicar una virtud de las candidaturas, de ahí que, ante la exigencia, la escasez de tiempo y la importancia de ahorrar recursos, es preciso tener claro que hablar no es comunicar.
*Director de Pretorians México, Consultoría de Estrategia Política y Comunicación especializada en creación de Mensajes. Web: http://www.pretorians.mx Twitter: @VladimirRamosC @PretoriansMX
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