El cantautor falleció este jueves después de que fuera internado tras presentar síntomas de Covid-19
Por Ana Leticia Hérnández
“¡Y ora sí mi calentura, ya llegó tu mejoral!” grita “El Estilos” en una de las escenas de la emblemática película Los Caifanes (Juan Ibáñez, 1967). En todo el largometraje jamás conocemos su verdadera identidad, pero en la vida real ese joven de enorme sonrisa, enamorado, de melena alborotada y con gran voz para interpretar temas como “Fuera del mundo” y “El pájaro y el chanate” llevaba por nombre Óscar Chávez.
Óscar Chávez Fernández nació el 20 de marzo de 1935 en la Ciudad de México y destacó ampliamente como compositor y cantante, sobre todo en la trova y la música de protesta. Su infancia la pasó en la colonia Portales, después vivió en Ixmiquilpan, Hidalgo, y Puebla, para volver a la capital del país y residir en la colonia Santa María la Ribera, lugares de los que hablaba en las incontables entrevistas que concedió a lo largo de su vida.
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Estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en la Escuela Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBAL), lo que le dio las bases para su carrera de actuación, pues si bien con Los Caifanes es recordado en el ámbito cinematográfico, también actuó en Santa (Emilio Gómez Muriel, 1969), El oficio más antiguo del mundo (Luis Alcoriza, 1970) y Las cadenas del mal (José Díaz Morales, 1970), solo por mencionar algunas; sin embargo, decidió no enfocarse demasiado en la actuación y centrarse en su mayor pasión: la música.
En su discografía podemos encontrar títulos como Herencia Lírica Mexicana, Un trovero llamado Óscar, La Llorona, Mariguana, Parodias políticas, Tropicanías, entre muchos otros, que incluyen colaboraciones y trabajos colectivos, a lo largo de más de 50 años de trayectoria.
Durante una conversación con el programa Historias de vida de Canal Once, “El Caifán mayor”, como era conocido popularmente, mencionó que “la canción es una herramienta muy poderosa, te sirve para opinar, para criticar, para burlarte, para insultar inclusive” y él conocía perfectamente cómo darle buen uso.
Por ejemplo, se solidarizó con el movimiento estudiantil de 1968, por lo que no era de extrañar verlo en las islas de Ciudad Universitaria en esa época con su guitarra en mano. Para él la fama era lo de menos, su intencionalidad era “apoyar” a través de sus temas.
Quizá en este tenor, una de sus canciones más recordadas por la mordaz crítica que realizaba es “La casita” que si bien se lanzó en 1975, era modificada a raíz de los cambios contextuales, incluso durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, donde se inspiró en el escándalo conocido como “La casa blanca”.
Oscar Chávez lo mismo podía interpretar temas como “Alingo Lingo” y “Hasta siempre (Che Guevara)”, “La cucaracha” (pero con su peculiar estilo crítico), “La llorona”, “La niña de Guatemala”, “Por ti”, recordar a Chava Flores y a Rafael Elizondo, que entonar con esa voz tan grave que lo caracterizaba “porque yo sé, la química retórica, botánica-botánica retórica y sistema decimal…”.
Apoyó con su música al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y a decir del propio subcomandante Marcos en 2007, el cantante sí entendió su lucha e incluso en 2008, conmemoró con este movimiento el 25 aniversario de su surgimiento, junto con Los Morales, trío que lo acompañó durante gran parte de su carrera y con el que se presentaba año con año en el Auditorio Nacional.
Cantó al lado de Panteón Rococó, cautivó en diferentes ocasiones en el Zócalo de la Ciudad de México, se presentó en Bellas Artes y hasta en el Festival Vive Latino, en su edición 2019. Así era Óscar Chávez: un hombre que rompía esquemas, que iba en contra de los cánones y al son que le tocaran, él cantaba.
El legado de Óscar Chávez no solo consiste en los temas que compuso e interpretó, también en la búsqueda por rescatar la música tradicional mexicana y erigir a ésta como un estandarte de lucha contra las injusticias sociales.
Para México, Óscar Chávez hizo suya la canción “Macondo” de Daniel Camino Díez Canseco, inspirada en el libro 100 años de soledad de Gabriel García Márquez y pareciera que ahora lo escuchamos: “Mariposas amarillas, Mauricio Babilonia. Mariposas amarillas que vuelan liberadas, Mariposas amarillas, Mauricio Babilonia. Mariposas amarillas que vuelan liberadas”. Pero hoy, esas mariposas vuelan en tu honor y te despiden.
Pareciera que oímos también al Azteca, otro de los Caifanes (junto con el Capitán Gato, el Mazacote y el Marrascapache) con la cruel advertencia: “Luego cualquier día levantas los tenis y no te enteras de tu propio guateque cadavérico”.
¡Hasta siempre Maestro!
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