(16 de julio, 2014).- Como hemos visto en cada discusión de reformas o de leyes secundarias, los partidos políticos, sin excepción, deciden retirarse de la comisión en donde se llevan a cabo las primeras presentaciones de los documentos que posteriormente se aprueban con toda la aplanadora en el Pleno. Se hace una pantomima, se disfraza que, al final, la aprobación está garantizada con las curules que ocupa el partido en el poder y sus satélites, el Verde y el PANAL. En la reunión que tuvo lugar ayer, los perredistas abandonaron la sesión de las comisiones unidas de Energía y Estudios Legislativos porque, a decir del legislador Zoé Robledo Aburto, las actuaciones de David Penchyna ultrajan a las minorías.
¡”Nos vemos en el pleno”!, le advirtieron al hidalguense y así será y tal vez no se den públicamente las mismas actitudes pero, al final, esa mayoría de la que se queja el del Sol Azteca, aplastará de nuevo a la minoría y se limitarán a oír, que no escuchar y mucho menos llevar al debate cada una de las reservas que presenten. Así hemos visto que han hecho en todas y cada una de las reformas y de las leyes aprobadas y ésta, la energética, que es en la que han puesto toda la carne al asador, no será la excepción. Así sucedió ya en esas comisiones de las que se retiraron para mantener su discurso electoral de negación a la reforma ya que simplemente fueron aprobadas en lo general. Pero, de una manera o de otra, los partidos opositores al tricolor adolecen de la misma cerrazón, de la vista corta, de la estrategia para ir salvando intereses de un presente al que dejan sin futuro.
Ya son muchas décadas en las que Petróleos Mexicanos y el propio gobierno federal a través de la secretaría del ramo y de la de Comercio solamente se dedican a la extracción, nada se ha hecho para buscar ingresar a las áreas petroquímicas con todos los adelantos mundiales. No se exportan gasolinas, ni aceites, ni parafinas, ni polímeros, ni fertilizantes, ninguno de los derivados del petróleo tiene el sello “hecho en México”. Lo que ha hecho grandes a las empresas extranjeras es la compra de la materia prima a un precio que dicen se fija en el mercado internacional pero en el cual tienen ascendente, y la transformación de ésta es lo que les ha multiplicado inversiones y utilidades. Y en el mismo tenor de perjudicar a los ciudadanos está lo de los pagos por el uso del suelo, de los campos maduros que dicen serán temporales pero ¿los daños a la tierra quien los va a pagar?
Aquí seguimos empeñados en vender el crudo, en entregar un bien no renovable para ir saliendo de cuanto compromiso económico adquiere el gobierno federal para cubrir necesidades que, si no se presentaran los niveles de corrupción al grado existente, la historia económica del país y sus habitantes sería otra. Y lo mismo sucede con el oro, con la plata. No han tenido quienes han dirigido a la Nación antes y ahora, la visión para transformar todo que va extrayéndose de las entrañas de la tierra. Resultó muy sencillo señalar que los precios que rigieron el mercado petrolero en los sexenios panistas no tenían registro ni antecedente, resultaron extraordinarios.
Pero también lo fue el costo de las gasolinas y todos los derivados del petróleo que importamos. Esto no es para justificar que desaparecieron los excedentes en volúmenes y precios sino para señalar que no tenemos nada que festejar con las reformas planeadas cuando lo que se está haciendo en nada ayudará, realmente, a la recuperación de la economía, a la generación de empleos, a dar cumplimiento a las promesas que realizan cada vez con más facilidad y menor deseo de cumplir los que aspiran a los cargos públicos.
Ese anuncio en el que se insta a “mover a México”, tendría un gran significado si este movimiento llevara a la construcción de refinerías, si se recuperara el tiempo perdido para lograr regresar a la petroquímica y a las exportaciones, para evitar cometer, como se sigue haciendo, los errores del pasado que solo han logrado hundir a la mayoría y generar una minoría con ingresos y fortunas que, por sus montos, no se consideran producto de un trabajo que carezca de respaldo gubernamental, de negocios con funcionarios, de venta de productos, de bienes y servicios sin que medie la comisión para los que autorizan.
“Mover a México” en un sentido productivo no es entregar su patrimonio petrolero, ni el minero, ni permitir el ingreso de las fábricas marinas a los litorales, ni autorizar la propiedad de playas y fronteras a los extranjeros. El trabajo que refieren se genera es con miseria, con carencias. Según nos refirieron los opositores al manejo sindical de Carlos Romero Deschamps, tanto Pemex como el gobierno se dedicaron a liquidar a los técnicos, a los ingenieros, a los empleados más destacados y experimentados de la paraestatal para ofrecerlos prácticamente, a las empresas extranjeras que estaban siendo contratadas.
De un plumazo borraron los Institutos que tenían como objetivo la profesionalización de los trabajadores prácticos y la permanente capacitación de los profesionistas del ramo para darles a conocer las nuevas tecnologías, adentrarlos en los avances de tal suerte que en algún momento pudiera ingresarse a una petroquímica de altura mundial. Hemos tenido todas las materias primas a la mano, lo inexistente ha sido la materia gris, la conciencia de lo que es gobernar, del significado del servicio público, de la responsabilidad que se adquiere para con los ciudadanos y con el futuro del país.
Para seguir leyendo, aquí: Revolución 3.0
Sé parte de la conversación