Un grupo de médicos, después de ser testigos del genocidio ocurrido en la conocida Guerra de Biafra, hoy territorio de Nigeria, decidieron fundar en 1971 una organización que pudiera hacer frente de manera más efectiva a la ayuda internacional en situaciones de emergencia: Nicaragua, Líbano, Etiopía, Vietnam, Afganistán, entre otros muchos países, han presenciado el trabajo y la ayuda que esta gran organización realiza en zona de conflictos o de carencia de servicios médicos de calidad frente a las problemáticas que se presentan alrededor del mundo. Estoy hablando de la organización internacional llamada Médicos sin Fronteras.
En los últimos meses ha tomado relevancia esta organización por haber sufrido un bombardeo en uno de sus hospitales en la ciudad afgana de Kunduz. Las declaraciones concluyeron en que el terrible hecho se debió a un error humano por parte del ejército de los Estados Unidos.
Más allá de los peligros donde se desenvuelven los médicos y voluntarios que se unen a las filas de esta organización, cabe destacar la labor de muchos mexicanos que participan de manera constante en ella, un reconocimiento que pocas veces es tomado en cuenta o simplemente se ignora y desconoce. Algunos de ellos han realizado varias misiones en diferentes lugares, tal es el caso de la tapatía Marion Marion Osterberger, quien concluyó recientemente su estadía en la provincia africana de Katanga, la cual está ubicada al sur de la República Democrática del Congo. La razón de esta misión, una epidemia de sarampión.
Marion es testigo de una de las labores más duras y difíciles, la constante lucha entre la vida y la muerte de niños que viven en uno de los lugares más pobres del planeta, su labor es titánica “hacer con lo que tienen lo que pueden”.
Dentro de su experiencia alguna vez llegó a preguntarse: “¿En qué momento uno se acostumbra a ver niños morir? ¿En qué momento te deja de afectar?” Así es la cruda realidad de un país africano azotado por enfermedades y guerras, viviendo en un olvido y abandono por la comunidad internacional. Una paradoja si se toma en cuenta que al República Democrática del Congo (RDC) se encuentra en una zona de recursos naturales de los más bastos del mundo, y al mismo tiempo, esta nación africana tiene uno de los índices de desarrollo humano más bajo del mundo, según datos del Informe PNUD 2011.
La historia de Marion podemos ubicarla en una realidad constante en nuestro país, lugares como Chiapas, Oaxaca o Michoacán, con una cantidad impresionante de recursos naturales, lugares donde la pobreza es el común denominador, convirtiéndose en uno de los terrenos más necesitados de la República Mexicana.
La violencia por parte de grupos delincuenciales, cacicazgos de poder o rapiña por empresas trasnacionales son las que provocan que sean zonas de carencia y desolación, y eso aunado a una indiferencia por parte del gobierno por dar una solución a las crisis en ámbitos de salud, alimentación o educación, que se presenta día a día en estas partes de México.
La desnutrición es otro de los problemas con los que Marion tuvo que luchar en Katanga, así lo dice: “Niños de tres años con cinco kilogramos de peso, la piel seca y tan pegada al hueso que la expresión facial no transmite más que un profundo dolor crónico que no conoce momentos de alegría o de bienestar”.
Triste e inentendible, ¿cómo puede ser que uno de los lugares más ricos del planeta, sufra por desnutrición? Así es Katanga al igual que si volteamos la mirada a nuestro país la respuesta está ahí, cuando las cifras dicen que el 40 por ciento de la población infantil rural en Chiapas sufre desnutrición en segundo o tercer grado. Y eso ocurre en el estado más rico en recursos naturales de nuestro país.
Esta es la dicotomía, no solo nacional, sino mundial, estados ricos con pueblos pobres, ¿por qué? Porque la ambición humana no tiene límites, y tampoco importa quién o quiénes sean afectados: indígenas, campesinos, pueblos originarios, etnias, todos son un “estorbo” cuando de explotar el planeta para generar dinero y cubrir los intereses de ciertos grupos, que con poder, simplemente cierran los ojos ante las atrocidades que perpetran.
Donde la prosperidad pareciera inminente, la guerra y la negligencia llegan para apoderarse de estos lugares por personas sin escrúpulos. A ellos no les importan los niños que sufren, las familias que pierden sus tierras porque una empresa ya compró el terreno donde siempre han vivido.
La doctora tapatía Osterberger relata: “Cinco niños con casos de malaria grave forma anémica a quienes transfundes o están post transfusión, malaria grave forma neurológica, postquirúrgico de peritonitis, GEPIs, marasmos, kwashiorkors, sospechas de meningitis, drepanocotisis, secuelas neurológicas de malaria, neumonías, insuficiencias respiratorias agudas severas y hasta fiebre tifoidea, sin contar a los tres niños que tienes en aislamiento por ser casos graves de tétanos, nuevamente, solo paliando los síntomas y esperando a ver cuántos días agonizan”.
Así es el día a día de los médicos sin fronteras alrededor del mundo, luchando por dar esperanza a los que ya la perdieron; vivir con el miedo de ser atacados, o bombardeados; hacer todo lo posible con lo menos posible; dar vida a lo que ha muerto desde hace mucho tiempo; cerrar los ojos por quien se ha ido y abrirlos inmediatamente por los que aún siguen.
Desde el Congo hasta Afganistán, de Paraguay a México, luchando contra la malaria, la guerra, meningitis o contra la violencia sexual alrededor del mundo, médicos sin fronteras es una organización que busca aportar y lograr un cambio, y mujeres como Marion hacen sentirnos orgullosos de la calidad humana de los mexicanos, saber que se pueden hacer cosas grandes y estar en las batallas más cruentas por salvar una vida.
Un agradecimiento a la doctora Marion Osterberger por su esfuerzo y dedicación en su labor, y que esta última misión en el Congo sea de provecho para potencializar el trabajo aquí en nuestro país. Un orgullo tener historias de vida como la de Marion: Sudán y la República Democrática del Congo han sido testigos de la fuerza y conocimiento de las mujeres mexicanas. Ahora a seguir con esa gran labor en este país que se desgarra a pedazos producto de la apatía e ineficacia del sector salud: donde la corrupción incentiva a dejar en el olvido a tantas personas a lo largo y ancho de este hermoso país.
–Fernando Ortiz C.
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