La reforma laboral, a pesar de que muchos opinadores la sitúan junto a las reformas estructurales de este sexenio, fue aprobada en 2012 durante la recta final del mandado del ex presidente Felipe Calderón, y esta cumpliendo tres años justo cuando el viernes de la semana pasada se dieron a conocer nuevos datos sobre el empleo en México.
Con tres años de datos es posible y pertinente ver qué tan exitosa o no ha sido esta reforma. Cuando se aprobó, entre los argumentos favorables que se mencionaban estaba que, al flexibilizar aún más el mercado laboral, se lograría generar más empleos y mejor pagados, ya que dicha reforma permitiría elevar la productividad de la mano de obra en el país.
Al revisar los datos para el tercer trimestre de 2015, publicados por INEGI a través de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, los resultados son muy distintos de los objetivos que originalmente planteo la reforma.
Desde la implementación de la reforma en 2012 hasta este momento en 2015, en efecto, se han creado 1.2 millones de empleos adicionales en el rango de remuneración de entre 1 y 2 salarios mínimos, pero si recordamos los resultados de la medición del índice de tendencia laboral de la pobreza que publica Coneval nos daremos cuenta de que ganar entre 1 y 2 salarios mínimos significa ser pobre por ingresos, ya que dicho salario apenas cubre 79% del valor de la canasta básica (línea de bienestar mínimo urbana) para una persona, por lo que una familia que depende de un salario mínimo es pobre.
Pero desde la implementación de la reforma podemos observar otros datos; por ejemplo, en el mismo periodo se perdieron 1.2 millones de empleos mayores a 2 salarios mínimos, siendo particularmente grave la pérdida de más de 500,000 empleos de más de 5 salarios mínimos, es decir, empleos de mayor calidad.
A la vez que se ha dado una sustitución de empleo mejor pagado por empleo peor pagado, la productividad laboral promedio en el país no ha tenido una mejora significativa, apenas de 0.8 decimas de punto porcentual.
Uno de los problemas más preocupantes, la informalidad, tampoco ha sufrido cambios sustanciales: se mantiene un porcentaje aproximado al 60% de la población económicamente activa (PEA) en la informalidad, un porcentaje todavía mayor si se toma en cuenta a la población con acceso a instituciones de salud: 39 millones de personas o 66% de la PEA, no tiene acceso, lo cual los pone en un terrible riesgo de sufrir imprevistos que los manden de forma más profunda a la pobreza.
Justo el problema de seguridad social, y en especial el de acceso a la salud, es uno de los problemas más serios que enfrenta el país y que hacen más complicada la formación de capital humano, que es tradicionalmente asociada a los incrementos de la productividad.
La causa de que la reforma laboral esté teniendo resultados tan negativos es multidimensional; sin embargo, en principio se partió de supuestos equivocados: cuando se argumentó la necesidad de la reforma, se hacia en los términos de supuesta rigidez del mercado laboral en México, que hacía falta flexibilizarlo para hacerlo dinámico.
Sin embargo, el mercado laboral mexicano ya era muy flexible. La reforma únicamente lo hiperflexibilizó, y al hacerlo terminó por crear condiciones más precarias de trabajo.
El salario real en México es más flexible de lo que se reconoce, hecho que ha permitido mantener un gran número de trabajadores en empleos de baja productividad cada vez ganando menos. Esta explicación es consistente con la gran caída de poder adquisitivo del salario que se ha experimentado en el país en los últimos 30 años. Esta flexibilidad del salario en México ha permitido mantener los costos laborales bajos y un nivel más alto de empleo.
Antes de la reforma, esta flexibilidad estaba dada por el enorme sector informal y los bajos salarios que hacían que el sector informal absorbiera parte de la demanda de empleo y que no se notara una tasa abierta de desempleo muy elevada; sin embargo, si se tomara en cuenta el llamado “desempleo sombra”, que incorpora la medición del desempleo junto con el del subempleo y la población decepcionada que ya no busca empleo, observaríamos una tasa de desempleo mucho más elevada.
Una vez realizada la reforma con la generalización de la subcontratación y la pérdida de conquistas laborales por parte de los trabajadores, es un resultado natural que el empleo que se crea sea de una calidad menor.
Así que tras tres años de su aprobación, la reforma laboral ha contribuido más a la desigualdad y a la vulnerabilidad de la población de bajos ingresos, y muy poco a la formalidad, la productividad y la generación de empleos.
Fuente: Forbes
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