Por Alejandro Páez Varela
@paezvarela
“Las razones del corazón son las más importantes, es necesario seguir siempre las razones del corazón, esto no lo dicen los diez mandamientos, pero se lo digo yo, de todas maneras hay que tener los ojos muy abiertos, a pesar de todo, corazón, sí, estoy de acuerdo, pero también ojos bien abiertos, querido Monteiro Rossi”.
–Pereira (Sostiene Pereira, Antonio Tabucchi).
Pereira sostiene muchas cosas. Y tiene razón en algunas, pero en otras no tanto. Pereira es un hombre bueno y de buena voluntad, eso no está en duda; sin embargo, el final de la novela de Antonio Tabucci deja una gran lección, a mi entender: que no importa qué sostenga Pereira; que es cierto que el corazón es una forma de decidir lo cotidiano, pero no siempre es lo que más conviene.
Pereira se contradice a diario y termina obedeciendo a la razón. Se hace lo que es correcto, aunque lo correcto a veces contradiga lo que dicta el corazón.
Parece que reburujo –dirían en mi pueblo–, pero no. A lo que quiero llegar es a una pregunta complicada: ¿cuándo un simpatizante de Andrés Manuel López Obrador debe empezar a cuestionarlo? ¿Hasta dónde se le debe acompañar y en qué punto aparece el letrero (si es que aparece) que le diga que es momento de presionarle para que cumpla?
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El momento es distinto en cada quien. Pongo ejemplos: existe el individuo que votó por AMLO esta única vez, harto de la corrupción pero con ciertas dudas; y está el que vota por AMLO desde el 2000. Imaginemos que ninguno de estos dos votos es partidista; ninguno tiene un interés personal. Entonces ambos votaron por deseos de cambio y no por deseos de chamba. Así pues, ¿hasta cuándo uno y otro se convencerán de que deben cuestionar a López Obrador para que cumpla?
No hay claridad en eso, creo. Cada individuo es distinto. El que votó por primera vez por AMLO quizás no quiera sentir que se ha equivocado y le mantenga la confianza más tiempo que el otro, el que tiene tanto tiempo apoyándolo que se desencantará muy pronto. O al revés: el que votó por primera vez por AMLO quizás renuncie más rápido que el otro, el que ha votado tantas veces por López Obrador que no quiera sentir que se ha equivocado.
Es difícil establecer patrones al desencanto, pues. Aplica de manera diferente en cada quien.
Sin embargo, sí creo que hay botones de seguridad; botones que se encienden en el “panel-de-cada-quien” y donde se advierte cuándo es momento de revisar cosas, y exigir más. Sugiero algunos botones.
La economía. Leía un texto con las razones por las que Trump podría reelegirse. Número uno: la economía. Decía el autor: “quizás la gente no haga tanto refresh a New York Times como se piensa, y quizás sí revise su saldo de la tarjeta bancaria más de lo que se cree”. Totalmente de acuerdo. Me parece que la economía es un valor que importa mucho a la gente. De acuerdo con ese botón, el de la economía, quizás sí es momento de presionar a López Obrador para que aterrice sus promesas. La economía no está creciendo y (óiganlo bien) la moneda, el peso, no es un indicador fundamental para pensar que vamos bien. Pesa, la moneda; pero no tanto como los indicadores de empleo, confianza, inversión, inflación y crecimiento. Estos últimos factores serían suficientes para que alguien (un votante cualquiera) le dijera al Presidente: Hey, compañero, ¿a qué horas vamos a empezar a crecer? Creo que esta es una buena señal de que se debe hacer presión al Presidente para que su modelo empiece a funcionar. No por nada, “es la economía, estúpidos” es una de las frases más certeras en las últimas muchas décadas. Resume todo lo que he dicho y más. Si la economía no funciona, así lleve seis meses o un año, es hora de presionar. Este es un indicador claro.
La seguridad. En el caso mexicano, me parece que es clave este botón en el tablero. Si se enciende, hay que atenderlo. No importa qué tipo de votante seas: si el botón indica que ha pasado tiempo y no mejoran los datos, se debe presionar. La inseguridad no sólo nos pega en la confianza de diario, sino que golpea fuertemente la economía. La inseguridad es como el desempleo: uno no se siente miserable hasta que golpea en los bolsillos, o en las vidas que nos rodean. Es un botón extremadamente sensible. No hay que ser ciego: hay que tomar en cuenta que estos indicadores dicen que la estrategia de seguridad no está funcionando y que, por lo tanto, hay que presionar. Los resultados son urgentes.
Estos son dos botones importantes en el tablero de cada quién. Si se encienden, hay que saber que se debe actuar.
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En algún momento, fases como “me canso ganso”, “no, primo hermano”, “piquete de ojo”, “lo que diga mi dedito”, “lo que quieren nuestros adversarios”, “yo tengo otros datos” y otras clásicas dejarán de tener el mismo efecto. Como el “Yo no fui” de Bart Simpson: hasta las grandes puntadas aburren.
No importará qué diga Reforma esa mañana; o qué digan “los adversarios”. Lo que importará, cierta mañana (la mañana de cada quién), es qué dice la cuenta en el banco; si hay empleo, o no; si las hijas y los hijos pueden al menos llegar a salvo a la escuela. Y esos botones encendidos deben hacer que un individuo que votó por AMLO, el que sea, presione. O el mismo Presidente, con altos niveles de popularidad, no se dará cuenta que es momento de apresurar los resultados y realizar los cambios que sean necesarios.
También existe, claro está, la posibilidad de que el individuo que votó por AMLO le mantenga el apoyo sin más. Cada quien es libre. Pero debe considerar que si hay muchos como él, el Presidente pensará que no hay prisa, que los niveles de aceptación le dan licencia para retrasar las promesas. Y eso, a la larga, pasará factura porque la pasará.
“Corazón, sí, estoy de acuerdo, pero también ojos bien abiertos, querido Monteiro Rossi”, sostiene Pereira. Y tiene toda la razón. A veces el corazón estorba; a veces, sobre todo cuando se pone en juego un proyecto y un país entero, es necesario recurrir a la cabeza.
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