“Tengo la impresión de que las denuncias de abusos crecerán, porque solo estamos en el inicio”, dijo Braz de Aviz
Pese a que Maciel fue investigado entre 1956 y 1959, continuó siendo amigo de obispos y cardenales que lo encubrieron
El cardenal João Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, reconoció que desde 1943 el Vaticano contaba con documentos sobre la pederastia de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.
“Quien lo tapó era una mafia, ellos no eran Iglesia”, consideró Braz de Aviz en entrevista retomada por el diario español, El País.
“Tengo la impresión de que las denuncias de abusos crecerán, porque solo estamos en el inicio. Llevamos 70 años encubriendo, y esto ha sido un tremendo error”, agregó el religioso.
Pese a que Maciel fue investigado entre 1956 y 1959, durante décadas continuó siendo amigo de incontables obispos y cardenales.
Incluso Juan Pablo II lo presentó por años como apóstol de la juventud. Fue hasta 2006, cuando el papa Benedicto XVI le conminó a retirarse a México por el resto de su vida, para que se dedicase “a la penitencia y la oración”.
Pero dos años más tarde murió sin pedir perdón a sus víctimas y mientras una comisión de investigación ya había develado sus actividades delictivas, misma que fue tolerada por el Vaticano.
Sin embargo, las denuncias contra Maciel, que también provenían de las mujeres con las que el sacerdote había tenido hijos, continuaron hasta que fueron incontenibles para el Vaticano, pero ni con eso se tomaron medidas.
“No se procesa a un amigo del Papa”, justificaron quienes pudieron haber intervenido, entre ellos, el cardenal Josep Ratzinger, hoy Papa emérito.
Y Maciel era amigo y confesor del Papa polaco, “esperaban a que Dios les sacara del atolladero con la muerte de Juan Pablo II o la del acusado”, dijo en 1999 una de sus víctimas, Alejandro Espinosa.
Por esta amistad con los altos clérigos católicos, Marcial Maciel Degollado, quien nació en Cotija, Michoacán, en 1920, fue postulado para santo hasta que varias de sus víctimas se unieron para clamaron al Vaticano.
“Es un guía eficaz de la juventud”, opinaba Juan Pablo II de Maciel, pese a que ya existían infinidad de denuncias públicas contra el mexicano.
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