La fuga de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera del reclusorio más seguro de México -hasta sábado pasado- ha traído consigo diversas reacciones de la opinión pública referentes al suceso.
Supuestamente “El Chapo” escapó del reclusorio de alta seguridad del Altiplano (popularmente conocido como Almoloya) a través de un túnel pero no fue ese túnel el que permitió a Guzmán Loera escapar y violar todos los protocolos de seguridad del penal, sino es la alta corrupción la que le abrió la puerta para salir. Una puerta de la que aún se tiene la duda de si en verdad algún día entró por ella.
Tener supuestamente preso al “Chapo” no cambió nada en el país. El baño de sangre a lo largo y ancho del territorio nacional no cesa y la estrategia de seguridad sigue siendo un fracaso.
La narrativa oficial de la fuga de Guzmán Loera no solamente es ridícula sino que nos exige hacer un análisis más exhaustivo del hecho. 750 cámaras, puntos de revisión, módulos de aislamiento, torres de vigilancia internas y externas, bardas perimetrales, aduanas peatonales y vehiculares, 26 filtros entre puertas y controles aduanales, circuito cerrado, brazalete con geolocalización,circuito cerrado en su propia celda y hasta un operativo de vigilancia permanente en el exterior del penal por parte de la Policía Federal y del Ejército Mexicano junto a otro tanto de certificaciones estadounidenses irrelevantes no fueron capaces de detectar un túnel de 19 metros de profundidad con una longitud de 1.5km equipado en su interior con alumbrado, un riel y una moto, conectado a la celda del ahora prófugo.
Parece un guión de película y aunque se insista en que lo que pasa en este país es una broma, no lo es ni en sentido figurado. De nueva cuenta queda en evidencia que la corrupción en México en todos sus niveles: gobierno, sociedad, deporte, etc; destruye todo lo que encuentra a su paso y el no combatirla nos tiene hundidos en una barbarie permanente.
La corrupción no deja que nada positivo avance en el país. Es un hecho que el Estado Mexicano no tiene la capacidad moral ni técnica para regular eficazmente una política económica diseñada para la rapiña como lo es el Neoliberalismo.
De nueva cuenta quedó demostrado que la creatividad mexicana está muy bien capacitada para generar chistes, bromas y mofarse de una situación vergonzosa. Bromear es una reacción muy típica de nuestra cultura de comportamiento pero a estas alturas, da la impresión de que se utiliza más para evadir la realidad mexicana del momento que para realmente comprenderla mediante el sentido del humor. Cambiar la situación del país requiere de algo más que una carcajada.
Las diversas instituciones que fundaron el “estado de bienestar” en el país siguen cayendo poco a poco y algunos todavía creen en la falacia de que “papá gobierno” no está obligado a darte nada aunque te cobren cada vez impuestos más altos para mantener los privilegios de una clase minoritaria que ni los merece.
El cinismo de las autoridades provoca que aumente el repudio hacia las mismas pero el coraje comunal se desvanece en el “tren del mame”. Burlarnos de la crisis que vivimos, no nos hace superiores a ella.
Para nada propongo erradicarlos pero el país nos exige más que un meme, un cartón o un chistorete. Un verdadero cambio -entre otras cosas- implica sacrificar un porcentaje de carcajadas y bromas para atender y entender que en México nada va cambiar si seguimos aferrados a no tomarnos nada en serio. Si la corrupción se concibe como algo cultural, cambiemosla, la cultura no es ley de vida ni sentencia de la naturaleza.
En México, nadie se salva de la decadencia del país y la montaña de barbarie humanitaria se puede ver hasta agachando la cabeza.
“Ni en el deporte en general, ni en el fútbol en particular, puede exigirse mucho en este maltratado México que lamentablemente deambula entre la corrupción, la improvisación y la ineficiencia; entre los que se escapan y los que deberían irse porque en realidad nunca debieron haber llegado”.
-Roberto Gómez Junco
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