Los que salen y se van, los que se van y no querían salir o aquellos que simplemente nunca fueron de un lugar y andan de aquí para allá, o en las propias palabras del escritor uruguayo Eduardo Galeano: “Los emigrantes no se van porque quieren, sino porque los echan”. Así podemos nombrar la dramática situación de la migración, con la que nosotros los mexicanos estamos muy familiarizados, tal vez porque los echan o son aquellos que les han robado su lugar en el mundo. Todas esas personas que han sido despojadas de sus trabajos y sus tierras. Muchos huyen de las guerras, pero muchos más huyen de los salarios exterminados y de los suelos arrasados, como decía Galeano.
Hace algunos días, un grupo de libios pereció en las aguas del mar Mediterráneo queriendo alcanzar el sueño de la libertad y la esperanza de una vida mejor en Italia. Ahora solo queda muerte y un triste recuerdo de su travesía. Fueron “echados” por la violencia en el Norte de África.
Hace cuestión de días, una docena de migrantes procedentes de Somalia y Afganistán sucumbieron en Macedonia cuando fueron arrollados por un tren; migrantes que utilizan el sigilo de la noche para evadir la pobreza de su tierra natal y adentrarse en uno de los más caóticos países balcánicos de hoy en día, pero que paradójicamente ofrece más oportunidades y paz que Somalia o Afganistán. En Estados Unidos, unas semanas atrás la patrulla fronteriza rescató a más de treinta migrantes que iban escondidos en un refrigerador de un camión, buscando el anhelado sueño americano, exponiendo sus vidas porque era más fácil soportar el frío, que la injusticia, violencia y pobreza que está en sus países. Se puede enumerar ejemplo tras ejemplo, y los porqués serán siempre los mismos: represión, persecución, sueños, esperanza, escapar o ser echados. El mundo ahora es de unos cuantos, señores de poder, corporaciones asesinas y destructoras no solo con el hombre sino con el medio ambiente.
El novelista Yann Martel, alguna vez lanzó algunas preguntas sobre este tema: “¿Por qué hay gente que se cambia de país? ¿Qué la empuja a desarraigarse y dejar todo lo que ha conocido por un desconocido más allá del horizonte? ¿Qué le hace estar dispuesta a escalar semejante Everest de formalidades que le hace sentirse como un mendigo? ¿Por qué de repente se atreve a entrar en una jungla foránea donde todo es nuevo, extraño y complicado? La respuesta que él mismo concluyó fue que la gente se cambia de país con la esperanza de encontrar una vida mejor, sin importar si esa vida mejor puede costar la propia existencia.
Ya no se puede ser indiferente ante este vaivén de seres humanos, el problema está en todos los rincones del mundo. La apropiación voraz de países e imperios corporativos hacen que las desigualdades sean cada vez más marcadas llevando a la única salida de buscar una vida mejor como lo menciona Martel.
Solo el año pasado se hablaba de 1,200 inmigrantes muertos en Qatar, producto de las condiciones extremas de trabajo, donde carecen de derechos laborales, donde prácticamente se sobrevive en una situación de esclavo.
Inmigrantes de Nepal, Tailandia o India, laboran en las obras para el Mundial del 2022. La globalización ha empoderado a uno cuantos para empobrecer a la gran mayoría. Capitales que se mueven de un lado a otro, dejando a su paso muerte y hambre, destrucción y desolación, furia y rabia, tristeza y melancolía. No hay mucho que hacer cuando se toma la decisión de decir adiós a la tierra donde se nace, prácticamente se decide empeñar la vida por un cheque en blanco, que se ruega sea la solución pero se sabe que puede ser un tragedia aferrarse a esa decisión.
Hacia dónde van los que no tienen rumbo: pasan de Centroamérica a México, de México a Estados Unidos; huyen de Siria para quedarse en Turquía y lanzarse hacia Bélgica o Francia. Dejan atrás el recuerdo de la Unión Soviética en Ucrania para adentrarse en Bosnia y terminar viviendo en las calles de la República Checa.
Así es la realidad de los de sin rumbo, caminando o navegando hacia ninguna parte, pero esperando llegar al lugar donde no sean echados o donde su vida tenga más dividendos.
La humanidad vive en un éxodo de norte a sur y de este a oeste, ahora es tierra de nadie y lucha de todos, el rumbo lo fija el deseo o la voluntad. El mayor miedo el rechazo de ser migrante.
La migración es un escape frente a situaciones políticas, donde la nostalgia por el lugar de origen o la tierra donde se nace o con la que se tiene arraigo es constante y el sueño de volver es prácticamente una promesa para el individuo. La migración se produce por cuestión de persecución y la inestabilidad política, pero la cultura propia no se olvida y se busca en última instancia regresar a la tierra de origen porque es ahí donde las personas encuentran su identidad, aunque sean “echadas” o peor aún desechadas.
Nelson Mandela, señalaba: “No hay camino fácil a la libertad en ningún lugar, y muchos de nosotros tenemos que pasar por el valle de sombras de la muerte, una y otra vez, antes de que alcancemos la cima de nuestros deseos”.
La muerte de los migrantes en las costas italianas en estos días, o los más de 1,600 muertos que se estiman han perecido en este año solo en el Mar Mediterráneo es una muestra que el rumbo de nuestro mundo es desigual, y es un reto en la agenda internacional lograr ofrecer oportunidad más equitativas y que cubran con las necesidades de los individuos.
Galeano lo señaló: “Los dueños del mundo, han convertido a nuestro planeta en un matadero y en un manicomio”.
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