Esta enfermedad fue descubierta en el siglo XX
Una mujer de 40 años de edad era una especie de heroína para sus hijos ya que ella no le temía a nada, pero en realidad ella padecía un trastorno que le impedía sentir miedo.
Se conoce como la enfermedad Urbach Wiethe, un trastorno genético que padecen muy pocas personas en el mundo.
Dicho trastorno fue descubierto por primera vez en 1929 por Erich Urbach y Camillo Wiethe. Los síntomas de la enfermedad varían de acuerdo al paciente, pueden incluir: una voz ronca, lesiones y desgarros cutáneos, mala cicatrización de heridas, piel seca, entre otros.
Si bien esta enfermedad no es mortal, la mayoría de los pacientes suelen ver reducida su esperanza de vida.
La mujer descubrió un día que no era como los demás cuando un sujeto la amenazó de camino a casa con un cuchillo y ella no pudo hacer nada. No gritó, solo se defendió y logró que el sujeto se alejara.
Cuando acudió al médico, le diagnosticaron que su memoria visual no verbal estaba afectada significativamente, tenía un coeficiente intelectual bajo, era incapaz de reconocer las emociones en las expresiones faciales, y otro estudio mostró que el daño cerebral había eliminado su aversión a las pérdidas de dinero, es decir, a la toma de decisiones financieras arriesgadas que la mayoría de nosotros evitaríamos por el miedo a perder dinero.
Para determinar la enfermedad de la mujer, fue sometida a una serie de pruebas médicas y sociales con animales exóticos. Los más temibles a ella no parecían provocarle ningún tipo de repulsión o sensación extraña.
También fue llevada a un parque de diversiones con espectáculos de terror, pero solo le parecieron divertidos. De igual manera disfrutó de películas con escenas fuertes, sin lograr producir ningún tipo de sensación en ella.
Concluidas las pruebas, los investigadores determinaron que la mujer era incapaz de detectar las amenazas y que esto se debía a su falta de amígdala, una pieza esencial para desencadenar un estado de miedo.
La mujer fue sometida a un par de pruebas más junto a otros pacientes con el mismo trastorno. Los tres fueron metidos a un cuarto con máscaras de gas para inhalar dióxido de carbono, el gas que normalmente exhalamos en cada respiración.
La falta de oxígeno en su organismo les desataría ataques de pánico y enviaría su cerebro una señal de asfixia inminente.
Los tres pacientes experimentaron ataques de pánico al inhalar el gas, algunos se sentían tan ansiosos que se arrancaron las máscaras de sus rostros. La mujer finalmente después de 8 segundos de inhalación gritó pidiendo ayuda.
Describió lo ocurrido como la peor experiencia de su vida. Los médicos concluyeron que la mujer pudo experimentar esa sensación porque fue producida como una amenaza procedente del propio cuerpo, una reacción de subsistencia ante la falta de oxígeno.
La amígdala en este caso dejó de ser un factor importante, puesto que la amenaza provino de otras áreas del cerebro las cuales sí emitieron un estado de alerta.
El caso de esta mujer es una llave para encontrar los factores que desarrollan el pánico o el miedo humano.
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