Este libro ganó el Premio Herralde de novela, otorgado por la editorial Anagrama
La última novela de Villalobos habla sobre el control que puede ejercer el crimen organizado, llevándolo al extremo hasta el punto de incluso controlar tu tema de tesis
Por Juventino Montelongo
Todos (o casi), nos reímos con el meme donde Enrique Peña Nieto escucha una plática de Carmen Aristegui y Carlos Loret de Mola. Dicho meme salió como risa sardónica después de que el New York Times publicó que el gobierno federal había adquirido un software espía.
Hipotéticamente el gobierno sólo lo debía usar para vigilar criminales, aunque, como señaló el reportaje, la administración de Peña hackeó los teléfonos celulares de periodistas y activistas generadores de acusaciones serias en contra del gobierno.
Todos nos reímos (o casi), con los memes que salen sobre Javier Duarte (involucrado en la muerte de periodistas en Veracruz), Felipe Calderón (dejó más de 100 mil muertos con su guerra contra el narco) o Peña Nieto (Peña Nieto). Sin embargo, la realidad que estos personajes dejan en México es, por decirlo menos, culera.
¿Ahora, qué quería el gobierno con el espionaje? Conocer los detalles más mínimos de sus vidas, de las vidas de las personas que hablan de ellos, y con ello, poder controlar de una u otra forma un poco de estos periodistas y activistas.
No voy a pedirle a nadie que me crea
Una situación que vista desde fuera parecería simplemente trágica, como el control gubernamental, es el contexto de la novela No voy a pedirle a nadie que me crea del escritor mexicano Juan Pablo Villalobos.
Villalobos ganó el Premio Herralde de novela con este libro, uniéndose a la lista de otros mexicanos como Daniel Sada, Sergio Pitol, Guadalupe Nettel, Álvaro Enrigue y Juan Villoro.
Él ha señalado que la novela cambió en diferentes ocasiones, primero como un conflicto entre chinos y mexicanos, cual inicio de chiste, hasta evolucionar a una novela que bien podría enmarcarse en la autoficción, ¿por qué? Porque el protagonista se llama Juan Pablo, y viaja a Barcelona a hacer un doctorado en literatura (como el mismo autor), bueno, no sólo por eso, obvio.
El libro está escrito por correos electrónicos de la mamá del protagonista, el diario de su novia y unas cartas que le manda su primo, incluso cuando ya está muerto, además, claro, del narrador principal. Esto hace que el autor maneje varias voces, mismas que formarán un coro para hablar de Juan Pablo y llenarse más y más de elementos que hacen que la novela pueda ser enmarcada en la autoficción.
Sin embargo, Villalobos mantiene la respiración y también llena de humor y tragedia a su novela: Valentina, la exnovia de Juan Pablo, escribe la palabra “pendejo” en un correo para él hasta que se le acaba el tiempo en el cibercafé. Mientras, él se ve obligado a alejarse poco a poco de su novia y hasta cambiar su tema de tesis porque el crimen organizado mexicano lo tiene amenazado.
Llevar al extremo el control que ejerce el crimen organizado hasta llegar a límites risibles no es gratuito dentro de la obra de Villalobos. Lo hizo con su primera novela Fiesta en la madriguera y con sus libros posteriores: Si viviéramos en un lugar normal y Te vendo un perro, todos publicados por la editorial Anagrama.
Los personajes de la novela
La madre de Juan Pablo se dedica a ponerlo al tanto de lo que pasa en su familia, aflojando dos tres interpretaciones maternales mientras asegura que La Vida de Su Hijo en Europa
Valentina, su novia y luego exnovia, se la pasa leyendo Los Detectives Salvajes de Roberto Bolaño (otro ganador del Premio Herralde), sale poco a las calles de Barcelona porque no tiene dinero y luego de su rompimiento, comienza a hacerse amiga de un okupa italiano que se la pasa sentado en el suelo de una plaza pública bebiendo vino de tetrapack.
Además de ellos, está El Licenciado, El Chuky, Laia, El Chino, un musulmán que debe repetir que en realidad es ateo. Entre sí, formarán parte de un gran chiste que bien podría empezar así: llega un chino, un musulmán y un mexicano a un bar. La diferencia, es que estos personajes pertenecen al crimen organizado, y por si fuera poco, tienen conexiones gubernamentales para poder operar libremente.
Ahora, imagina un chiste así: el presidente, un diputado y un narco a un bar, ¿quién de los tres se ríe de ti primero?
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