El reciente nombramiento del titular de la improvisada Secretaría de la Función Pública, Virgilio Andrade de extracto Salinista y cercano a Elba Esther Gordillo, parece otro síntoma de la enfermedad que vive el gobierno Peñista.
Las presiones sociales ejercidas desde todos los frentes, prensa, ONGs, calle, redes sociales, dentro y fuera del país, han provocado que el Gobierno de México intente a regañadientes limpiar su imagen de corrupción.
Desafortunadamente, la credibilidad en la política se encuentra en una de las peores crisis en nuestro país como efecto natural del eterno mal gobierno y consecuencia de la decepción constante que provocan las figuras que dicen representar al Pueblo y no lo hacen.
En México la política ha sido manipulada de tal manera, que a veces es tratada como si fuera fútbol y existe una cultura de rechazo al debate político en la vida cotidiana, ya sea por “weba”, por ignorancia o porque simplemente no existe el interés por saber de temas de trascendencia.
Gran parte de la sociedad sigue esperando desde la trinchera de la pereza, que de la nada mejore el panorama y no me refiero a los pobres que erróneamente suelen ser señalados como los culpables de su propia miseria sino de esa parte de la sociedad que cuenta con estudios y un mayor acceso al conocimiento y no pesa políticamente, que aspira a ser rico y gastar como tal mediante deudas cíclicas al mismo tiempo en que la vida se encarece para sostener los privilegios de la minoría.
El país ya cambió. Hizo un pésimo negocio con los energéticos, la ola de violencia no deja de crecer y la economía va cayendo día con día.
En este país con un futuro tan desolador, el optimismo debe estar basado en el conocimiento de la situación y sus actores. Dejar de lado la fe religiosa y activar un mecanismo de comportamiento que nos lleve a un cambio social independiente a la “política de reflectores”.
Hay que leer, pensar, informarse, debatir, compartir, sacudirse la “weba”, replantear el estilo de vida que llevamos, lo que compramos, lo que consumimos y a lo que aspiramos en un país arrasado por el capitalismo y su discurso aspiracional que sugiere “afilarte los codos” para alcanzar tus metas y así justificar la falta de oportunidades que provoca tal sistema.
Asi como no es creíble que el Gobierno se investigue a sí mismo y se castigue, tampoco es creíble que pensando lo mismo de siempre y actuando de la misma manera, México vaya a cambiar.
“Si esperamos que el mercado suture las desigualdades, nos vamos a encontrar exactamente con lo contrario”.
José Mujica
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