A primera vista parece un vestido igual al que usan muchas mujeres de comunidades indígenas de México o Centroamérica. Pero la prenda, una blusa adornada llamada huipil, esconde varios secretos.
Fue hecha hace más de 500 años con base en textiles de plumas de ave hiladas, la llamada técnica plumaria de le ápoca prehispánica que casi ha desaparecido.
De hecho, en todo el mundo sólo se conservan cinco piezas elaboradas de esta manera, y el vestido es una de ellas.
Pero lo más curioso es la identidad de quien se cree fue su propietaria: Malinalli Tenépatl, bautizada como Doña Marina por los españoles que llegaron a lo que hoy es México hace cinco siglos.
Los mexicanos le llaman La Malinche, una forma despectiva de castellanizar su nombre y que se convirtió en una palabra vinculada con la traición.
“Malinchista” en México es una persona que prefiere a los extranjeros y sus costumbres por encima de su país.
El origen de esta definición viene de 1519 cuando Malinalli fue entregada como esclava a Hernán Cortés, a quien sirvió como traductora y enlace con algunos de los pueblos originarios.
Destino inesperado
“No tenemos otro igual, ni en acervos de México ni en ninguna otra parte“: Alejandro González Villarruel.
La vida de Malinalli o Malintzin, como también se le conoce, es una de las más controvertidas en la historia de México.
Durante siglos los mexicanos aprendieron que la mujer ayudó a los españoles a derrotar al pueblo azteca, que era la civilización dominante en esa época, y que permitió a España apoderarse del territorio de Mesoamérica.
Pero recientemente algunos han reivindicado el papel de La Malinche.
El historiador Luis Barjau la define como una especie de embajadora con posibilidad de decisión, y de imponer su criterio al transmitir los mensajes de los españoles.
Sus conocimientos de las lenguas maya-chontal, náhuatl y castellano permitieron a Malinalli ocupar una posición de poder inusitada para una mujer de origen indígena.
Algo muy distinto para el destino original de la mujer quien fue vendida como esclava desde que era una niña a comerciantes mayas y gobernantes locales, y terminó como pareja del capitán español con quien procreó un hijo, Martín Cortés.
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