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Entre la espectacularidad, el ritmo y colorido de la ceremonia inaugural de la Copa del Mundo Brasil 2014, se mostró una estampa que contrasta con la realidad. Mientras al centro del campo se rendía tributo a los tres grandes tesoros de aquel país: el futbol, la naturaleza y su gente, los indígenas amazonas, quienes fueron retratados de forma incluyente en la gala, son quienes menos gozan del evento, aislados de la fiesta futbolera.
Brasil es el hogar del mayor número de pueblos indígenas no contactados de todo el planeta. Se estima que unas 80 tribus aisladas viven en la Amazonia. Algunas suman una población de varios centenares de personas y viven en recónditas zonas limítrofes del estado de Acre y en territorios protegidos como el Valle del Javarí, junto a la frontera peruana. Otros son grupos dispersos, supervivientes de tribus fragmentadas prácticamente arrasadas por los impactos de la fiebre del caucho y la expansión agrícola del siglo pasado.
A medida que aumenta la presión por la explotación de sus tierras, todos los indígenas aislados son extremadamente vulnerables tanto a violentos ataques (lamentablemente frecuentes) como a enfermedades comunes en otros lugares, como la gripe y el sarampión, frente a las que no tienen inmunidad.
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