Ciudad de México, 29 de septiembre (SinEmbargo).- ¿El grado de desigualdad de la sociedad mexicana puede determinar qué tan peligrosa es? Un estudio del Banco Mundial demuestra que sí: la desigualdad está ligada a la criminalidad, de modo que cuando la primera aumenta, lo mismo hace la segunda, y viceversa.
Si bien la relación puede parecer obvia, y ha sido abordada previamente en otros estudios, la contribución del trabajo de Ted Enamorado, Carlos Rodríguez-Castelán, Hernán Winkler y Luis Felipe López-Calva es que analizó el efecto de la desigualdad sobre la criminalidad de forma aislada, explica a SinEmbargo el economista López-Calva, uno de sus autores y líder de la Unidad de Pobreza, Equidad y Género para América Latina y el Caribe del Banco Mundial.
Eso significa que sin tomar en cuenta otros factores que inciden en el aumento de la criminalidad, el efecto de la desigualdad sobre ésta aun se mantiene, de acuerdo con el estudio Desigualdad de ingresos y crimen violento. Evidencia desde la Guerra contra las Drogas en México, publicado el pasado junio.
Tal conclusión toma mayor relevancia si se considera que el periodo de tiempo que abarcó el análisis fue de 1990 a 2011; es decir, que incluyó casi todo el sexenio del ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa, cuya política de un supuesto combate al narcotráfico provocó, entre otras consecuencias sociales, un aumento significativo de la cantidad de homicidios.
El estudio del Banco Mundial, que se basó en datos oficiales, así lo refrenda: el número de homicidios se había reducido durante la segunda mitad de los noventa, pero en 2007 “comenzó a incrementar dramáticamente”. Este aumento se dio particularmente en los homicidios relacionados con el narco, que de representar el 27.6 por ciento del total de muertes en 2007, pasaron a sumar el 73 por ciento de las muertes registradas en 2011.
El análisis de las estadísticas oficiales también les permitió a los investigadores detectar que en mil 32 de los 2 mil 456 municipios que había en ese momento (es decir en 42 por ciento) había cárteles de la droga operando dentro de sus límites, para el año 2011. Casi la mitad de esos municipios se concentran en apenas siete de las 32 entidades del país: Michoacán, Estado de México, Guerrero, Jalisco, Chihuahua, Nuevo León y Zacatecas.
Tal concentración de la presencia de grupos criminales implicó que los homicidios también se focalizaran: casi dos tercios de las muertes relacionadas con el narco ocurrieron en cinco estados (Chihuahua, Sinaloa, Tamaulipas, Guerrero y Durango).
López-Calva subraya que el propósito de su trabajo no fue analizar específicamente el fenómeno de la criminalidad durante la llamada “guerra” contra el narco. Por el contrario, dice, el trabajo sólo pretendió ver si las políticas públicas que reducen la desigualdad pueden contribuir a disminuir la violencia.
“Nuestra respuesta es sí, aun en un contexto como el de México donde la violencia aumentó encontramos que el efecto aislado de la desigualdad de hecho habría ayudado a reducir la violencia. Es decir, si tienes políticas que te ayuden a reducir la desigualdad, muy probablemente van a tener un efecto de reducir el nivel de violencia y de conflictividad”, expone.
En 2005, México era un país donde 5.1 millones de personas vivían con menos de 1.25 dólares al día (unos 13 pesos actuales) y donde el 3.7 por ciento de los ingresos totales del país se repartía entre el 20 por ciento de los más pobres, mientras que el 55.8 por ciento de la riqueza estaba en manos del 20 por ciento más adinerado del país, de acuerdo con datos del Banco Mundial.
Ese mismo año, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública referidas por el organismo internacional, había 11 muertes por cada 100 mil personas; para 2010 la tasa era de 18.5 por cada 100 mil. El estudio del Banco Mundial señala que este incremento se debió principalmente al aumento en el número de muertes violentas asociadas con el narcotráfico.
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