(8 de octubre, 2014).- Más de 350 kilómetros desde la región costa de Oaxaca, hasta la Normal de Ayotzinapa fueron los que Manuel Ortiz recorrió en busca de su hijo Cutberto Ortiz Ramos, uno de los jóvenes desaparecidos entre la aciaga noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre.
Cuando agentes municipales de Iguala, Guerrero, dispararon en contra de los autobuses donde viajaban los normalistas, sometieron a más de dos docenas de ellos y los detuvieron, pero nunca llegaron a las barandillas de la policía.
Es el momento, cuenta Manuel, en que la familia entera no puede creer que Cutberto está desaparecido, sin decaer en ánimo, este martes 7 de octubre a más de 10 días sin conocer del paradero de su hijo, se encuentra en la Autopista del Sol, dirección México Chilpancingo, entregando volantes y fotografías de los 43 desaparecidos.
“Estamos pidiendo el apoyo a la ciudadanía en general, se van pegando en los vehículos que van pasando rumbo a Acapulco con el propósito de que aparezcan”, explica a Revolución Trespuntocero.
Continúa y reitera “con el propósito de que se nos entreguen a los jóvenes desaparecidos lo antes posible, porque lógicamente los policías municipales de la ciudad de Iguala, ellos saben dónde los tienen, lo que nosotros estamos pidiendo es que se nos entreguen”.
Manuel es el único que pudo viajar hasta Guerrero, pues el dinero no alcanza para que la madre o los hermanos de Cutberto puedan buscarlo. La familia se dedica al campo, y como señala, “somos una familia de escasos recursos, como la mayoría de los que estamos aquí, vienen de muy lejos, son familias de escasos recursos, de familia pobre”.
“Nosotros pedimos que los peritos argentinos llevaran la identificación de los cuerpos”, encontrados en las fosas del paraje Pueblo Viejo, en Iguala el sábado 4 de octubre, de los cuales, el procurador en la entidad, Iñaky Blanco Cabrera, dijo que con base en las declaraciones de los 22 policías municipales detenidos en el penal de Las Cruces, en Acapulco, se trataba de los normalistas.
Ante ello, Manuel manifiesta que “nosotros hasta el momento no sabemos que sean los cuerpos porque entre ellos aparecieron dos cuerpos de mujeres, ahí es donde nosotros decimos que no son los jóvenes”.
La Normal Rural de Ayotzinapa ‘Raúl Isidro Burgos’, funciona como internado para hombres, y entre sus carencias, explica David Bernal de la licenciatura en Educación Primaria del cuarto grado –y quien ha solicitado no proporcionar su nombre real–, se encuentra la falta de mobiliario, de libros, de alimentos para que todos los estudiantes coman tres veces al día, dado que los recursos del estado son pocos para solventar los costos de manutención de la escuela como de los estudiantes hijos de campesinos y obreros.
Es por ello que los normalistas se organizan con el fin de realizar jornadas de boteo en ciudades cercanas y conseguir para los alimentos, libros, cobijas, colchones dónde dormir. Esa noche del 26 de septiembre en Iguala, los normalistas abordaron los autobuses con dirección a la ciudad de Chilpancingo, a unos kilómetros de la Normal de Ayotzinapa, pero tres de ellos perdieron la vida, al menos cuatro más quedaron gravemente heridos y 43 no han regresado a su escuela ni a sus hogares. La policía de Iguala se los llevó.
La Normal de Ayotzinapa fue la opción para Cutberto, y sus padres, “con el propósito de que un día tenga una profesión digna, una profesión bien ganada por el trabajo que ha desempeñado, por la forma en que mi hijo ha querido sobresalir por él mismo, por su trabajo, por su garra, entonces no se vale que estén haciendo esto”.
“Es difícil explicar, si ustedes vieran, si ustedes estuvieran en este lugar donde estoy yo, sentirían lo que es perder un hijo, saber que está desaparecido y que no te lo quieren hacer llegar. Es difícil la verdad, pero a la vez nos da coraje y nos arde la sangre de ver que los hijos no aparecen y que alguien los tiene y no nos los quieren entregar”, expresa Manuel Ortiz, con la impotencia que significa no saber de su hijo desde hace más de 10 días.
A su esposa, cuenta Manuel, “es difícil consolarla, a su madre es difícil verla llorar noche y día, pero nosotros, tenemos una fuerza enorme, tenemos confianza de que los chamacos están bien, que van a regresar bien; sus hermanos, toda la familia”.
Sin embargo, “no lo podemos creer todavía lo que está sucediendo en este lugar, lo que nos está haciendo el Estado es difícil de explicar, pero tenemos que salir adelante, tenemos que reconocer de que nuestro hijo no se encuentra con nosotros, pero que tarde que temprano lo vamos a volver a tener”, afirma el padre de Cutberto Ortiz Ramos.
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