(16 de agosto, 2014).- Nunca nos imaginamos, en 1983, las terribles consecuencias que sufriría el país con el arribo a la presidencia de la República de una camarilla de tecnócratas decididos a desmantelar la economía nacional, que funcionaba en beneficio de la nación a pesar de los vicios, corruptelas y errores de coyuntura hasta esa fecha por parte del gobierno federal. Hoy lo estamos viendo, aunque gracias a la tarea realizada por los medios electrónicos, el pueblo parece no darse cuenta todavía de la gran tragedia que significa el cabal cumplimiento de las instrucciones del Consenso de Washington.
Estamos comprobando que si el gobierno federal no puede contra un capitoste “mexicano”, como Germán Larrea, uno de los principales beneficiarios del desmantelamiento del Estado, quien impunemente hace daños irreparables mediante la explotación de minas concesionadas sin respetar leyes, reglamentos y vidas humanas, cómo podrá enfrentar el poderío de las más grandes empresas globales, que vendrán como buitres a explotar yacimientos de hidrocarburos en tierra y mar, con una tecnología devastadora del medio ambiente y sin aportar un solo beneficio social.
Si al Grupo México de Larrea le importa un comino pagar la multa a que se hizo acreedor por contaminar gravemente dos ríos en Sonora, al derramar 40 mil metros cúbicos de ácido sulfúrico, por la cantidad irrisoria de un millón 380 mil pesos, qué se puede esperar de las “sanciones” que se les quieran aplicar alos más grandes consorcios petroleros del mundo, los cuales se burlaron ya de las leyes mexicanas décadas atrás, hasta que llegó a la presidencia de México un mandatario patriota que los metió en cintura, no con multitas simbólicas, sino haciendo valer el derecho del Estado mexicano en defensa de sus recursos naturales, la soberanía nacional y los derechos legítimos de los trabajadores a no ser tratados como esclavos.
En este momento el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana, está actuando de manera patriótica y congruente con sus funciones gremiales, por eso Larrea y la camarilla en el gobierno que lo protege quieren a toda costa dividirlo y liquidar a como dé lugar a su líder, Napoleón Gómez Urrutia, quien independientemente de su origen, en la actualidad está cumpliendo con su responsabilidad social de enfrentar los abusos del sector patronal en la industria minera. De ahí el enojo de Larrea, quien debe haberse quejado ante Enrique Peña Nieto porque el dirigente sindical no ha sido puesto tras las rejas, por lo que de inmediato la Procuraduría General de la República inventó que la Interpol decidió nuevamente extraditarlo de Canadá, lo que ahora será imposible porque Gómez Urrutia cuenta ya con la nacionalidad canadiense.
Sin embargo, con los pulpos trasnacionales petroleros no se juega, como lo han demostrado a través de la historia. Esto lo sabía perfectamente el presidente Lázaro Cárdenas, quien conocía los abusos que cometían desdeantes de llegar a la primera magistratura, cuando la compañía El Águila, filial de la Standar Oil, el principal monopolio trasnacional propiedad de la familia Rockefeller, y las empresas filiales de la British Petroleumque operaban en México, imponían condiciones al gobierno mexicano, burlándose de la Constitución de 1917. Lo venían haciendo igual desde 1901, en pleno porfiriato, cuando llegaron al país y el dictador les abrió las puertas para que “modernizaran” al país y “contribuyeran a su desarrollo”.
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