(3 de octubre, 2014).- En el silencio sepulcral dos escenas contrastan en Tlatelolco, Distrito Federal: Pasado y presente. Por un lado, una pareja con el cabello plateado y arrugas en la piel camina tomada de la mano, se dan un beso y después levantan una pancarta oscura que rememora la masacre del 2 de octubre de 1968; mientras que a lado de ellos pasa otra pareja, joven, con vestimentas coloridas, estrechando sus labios y alzando el brazo izquierdo para formar una V de la victoria con sus manos, como se hacía en aquellos días represivos que aún persisten.
Para algunos artistas plásticos hay edificaciones o creaciones arquitectónicas que siempre lloran sin importar cuántos años transcurran, es el caso de aquella explanada donde cayeron desplomadas quién sabe cuántas personas alcanzadas por las balas disparadas desde las alturas durante un operativo militar artero y sin escrúpulos, claramente orquestado de acuerdo con investigaciones, por el propio gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en 1968.
Ahora mismo, en 2014, en ese suelo otrora teñido de sangre joven, transitan las nuevas generaciones que a pesar de los 46 años cumplidos, lo han adoptado como una demanda porque no “perdonamos ni olvidamos”, máxime cuando se trata de la hermandad universitaria. Hay veladoras, fotografías de cadáveres destrozados, grabados de militares erigidos desde el poder del armamento, la imagen de los ex mandatarios Díaz Ordaz y Echeverría, mantas, pancartas, playeras y todo tipo de piezas que traen grabado entre sí la misma exigencia: Justicia.
Son las 16:00 horas. El ruido aumenta por las consignas emitidas desde los pulmones universitarios del IPN, UNAM, Chapingo, UAM, CCH, UPN; sin embargo, los decibeles de la muerte son más pesados. Gritan, sonríen, conviven, comen, fuman yerba y tabaco, se abrazan, se besan, carcajean, discuten, lloran, recuerdan… todo, de codo a codo. Todo, como hace 46 años, como jóvenes con sueños que están dispuestos a revertir el panorama de oscuridad, como aquellos que hace casi cinco décadas se los arrebató un régimen que en cambio se vanaglorió ante el mundo con las Olimpiadas de México 68.
El número de manifestantes durante la marcha rebasa las calles. Se extiende una serpiente humana por todo el Eje 1. A los alrededores las patrullas de la SSPDF cierran todos los circuitos por donde atravesará la marcha del silencio. Los metros Hidalgo, Bellas Artes, Allende y Zócalo están cerrados. No hay paso.
“¡El color de la sangre no se olvida!”, gritan padres de familia con una expresión de rabia en los ojos en tanto agitan el puño e insultan al PRI. Llevan a sus hijos de la mano, les platican sobre lo que ellos vieron durante su juventud, sobre las malicias del ejército; los niños tratan de entender y repiten las consignas que gritan sus papás.
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