Esta semana en Chicago pudimos reunificar un muchacho hondureño de 14 años de edad con su familia. Hizo el larguísimo viaje desde Honduras a la frontera de los Estados Unidos en Texas donde lo detuvieron durante semanas hasta ser transportado a Waukegan, Illinois con su familia. En nuestra iglesia, su familia se paró con él delante de la prensa, y luego, acompañado por sus abogados, el muchacho compareció en la corte de inmigración donde se le concedió un plazo breve para formular su caso para recibir una visa humanitaria.
Tuvo la buena fortuna de contar con los servicios de un abogado. En demasiados casos, estos jóvenes carecen de representación legal. En demasiados casos los están devolviendo, separados de nuevo de sus familias aquí.
La historia de este muchacho es como muchísimos que hemos oído. Delincuentes comúnes irrumpieron en su casa en Honduras y mataron a la abuela. El muchacho huyó para salvar su vida. También huyó para estar de nuevo con su madre, y con sus hermanos y hermanas que son ciudadanos de los Estados Unidos.
Me impresionaron sus hermanos y hermanas y sobretodo su hermano de 9 años de edad: “Por fin estoy con mi hermano. No lo quiero perder otra vez. Es esencial que lo dejan permanecer con nosotros”.
Con todas las exageraciones e información errónea que se ha repartido acera de los niños en la frontera, constantemente se omite mencionar que a la raíz de esta crisis se encuentran los millones de deportaciones que han separado las familias, y por las leyes nefastas que han mantenido en las sombras a los padres y las madres, sin posibilidades de traer sus familias para estar con ellos ni posibilidades de viajar para estar con sus hijos pues no podrían regresar a sus empleos aquí, por medio de los cuales apoyan económicamente a sus familias
Existen 5 millones de niños, ciudadanos de los Estados Unidos, cuyos padres y madres no tienen documentos; en muchos casos tienen hermanos y hermanas que también son indocumentados. Están creciendo, batallando en favor de sus familias. ¿Qué opinión van a tener de una nación que los mantiene separados de sus hermanos, sus hermanas? ¿Qué los priva de la presencia en sus vidas de sus mamás y papás?
Aquel dolor quema al corazón. Es un dolor que demanda la verdad. Esta generación insistirá saber porque era necesario que sus familias migraran desde América Latina. Querrá saber quién tiene la responsabilidad por la existencia de los carteles de narcotraficantes. Y su búsqueda de la verdad, los dirigirá a las políticas de los Estados Unidos, políticas que han explotado y empobrecido a las naciones del sur. Su búsqueda los dirigirá al tremendo mercado de narcóticos en los Estados Unidos, el origen de la violencia de los carteles y también de las armas de fuego que han nutrido la violencia.
Para ellos, esta verdad será una cosa personal. No van a olvidar al dolor, ni las lágrimas. Los convertirán en una fuerza poderosa a favor del cambio. Tal fuerza puede empezar ahora mismo. En este año, 900 mil jóvenes latinos cumplirán 18 años de edad. ¡Debemos ayudarlos para que se escriban para votar! ¡Dejaremos saber al presidente que cuenta con el apoyo de millones para tomar acción ejecutiva para expandir DACA para que proteja a todos los indocumentados!
Fuente: Revolución 3.0
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