Gabriela Esparza y su madre, María del Carmen, por fin pudieron reunirse y abrazarse después de 6 años.
Gaby vive en San Diego, en Estados Unidos, y su mamá en Tijuana, México.
Antes solo podían rozarse las yemas de los dedos a través de la verja que separa a ambos países. Pero este sábado por fin pudieron darse un abrazo.
Aunque fuera por sólo tres minutos con motivo de la celebración del Día del Niño.
Ese es el tiempo que tuvo cada una de las seis familias para encontrarse físicamente tras años separados a un lado y otro de la frontera.
Por tercera vez, la puerta de emergencia de la valla entre San Diego y Tijuana se abrió brevemente para que varias familias se reunieran.
Ni los guardias fronterizos pudieron reprimir sus lágrimas. Una de esas familias es la de Gabriela, de 25 años.
“Mis padres vinieron buscando algo mejor para nosotros”, afirma Gabriela, cuyo padre es residente estadounidense y atraviesa la frontera cada día para trabajar en San Diego.
Y aunque Gabriela, que tiene un hijo, encontró ese algo mejor, no fue fácil. Su hermano mayor fue deportado, sus padres se separaron, su madre regresó a México para ayudar a otra hija enferma.
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