El informe How’s life 2015 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) reveló que los mexicanos creen que la educación es el elemento fundamental para tener una vida mejor, pero irónicamente es uno de los pilares más descuidados.
En este mismo estudio se reprobó en el indicador de educación y competencias, ocupando el sitio 36 de 36, es decir, el último.
Todos los años se destinan millones de pesos para la educación, el problema es que este gasto no está enfocado a estrategias que ayuden a mejorar la calidad del aprendizaje. Y es que por cada 100 pesos que el gobierno gasta en la enseñanza, 84.3 son para pagar sueldos de los maestros, 4.4 para becas, 7.4 para pagar servicios públicos y programas educativos y sólo 70 centavos se destinan para libros y materiales escolares.
La consecuencia de semejante pobreza educativa ya afecta nuestra cultura cívica porque la ausencia de bases sólidas en este ámbito provoca una distorsión de nuestra realidad. Es por ello que nos preocupa más un partido de futbol que lo que pasa en nuestro país.
A este comportamiento se le conoce como fanatismo, que, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, es el apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones.
Esta pasión desmedida lleva a que el fanático se comporte, en ocasiones, de manera violenta e irracional. El fanático está convencido de que su idea es la mejor y la única válida. Esta falta de racionalidad puede llegar a tal extremo que, por el mismo fanatismo, una persona hiera o mate a otra. El fanatismo es producto de la ignorancia.
Fuente: Proyecto Diez
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