(3 de agosto, 2014).- Desde hace un año, ex trabajadoras de la Maquila Cartagena, ubicada en la delegación Iztacalco en esta capital, resguardan la maquinaria con la que elaboraban camisas con la esperanza de que su ex patrón, Ernesto Kuri Serur, les pague los sueldos y liquidaciones que aún les debe.
Al menos 20 ex trabajadoras (entre costureras, planchadoras y supervisoras) de la ahora inactiva Maquila Cartagena que operaba desde los años 40, mantienen un plantón afuera de las instalaciones de la empresa: un edificio oscuro y deteriorado al que lo protegen una rejas que anuncian su clausura.
Luego de la muerte del primer y el segundo administrador, para el que algunas de las empleadas trabajaron más de 30 años, en 2012 la empresa –que producía camisas para la marca Paco Rabanne– quedó en manos de Ernesto Kuri, hijo del primer propietario.
Las trabajadoras dijeron a esta agencia que desde su llegada en ese año, el empresario anunció una supuesta baja en las ventas del negocio, por lo que empezó a disminuir prestaciones y pago de utilidades y quedó a deber sueldos –que de por sí eran mínimos, en promedio 600 pesos al mes–.
A las supervisoras y empleadas de mayor rango no les daba aumentos de sueldo anuales porque, a decir del patrón, “ése era únicamente para las que ganaban el mínimo”. Además, según relataron las trabajadoras, Kuri siempre mantuvo más comunicación con los varones, quienes se empleaban en el almacén, que con las mujeres costureras.
En 2013, de 250 empleadas que iniciaron durante la administración de Kuri sólo quedaron 100, a quienes la necesidad y el anhelo de una jubilación y liquidación digna las hizo defender su empleo.
El patrón las convenció de que el negocio podía mejorar si ellas aumentaban la producción, lo que las llevó a laborar jornadas hasta de 14 horas sin pago extra.
Durante ese periodo, según contaron, siete mujeres que hacen guardia por las tardes en el plantón, experimentaron mucha presión laboral y algunas incluso enfermaron.
Reiteradamente el patrón señalaba sus fallas, las culpaba de la caída del negocio y desvalorizaba el trabajo que día a día realizaban con más esfuerzos, sin embargo ellas seguían trabajando aunque tuvieran poca materia prima (telas e hilos).
Una de ellas se percató de que luego de 31 años de estar pagando con su sueldo un fondo en el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), para lo cual la empresa le descontaba 500 pesos al mes, este dinero no llegaba a la institución.
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