(6 de agosto, 2014).- “Sentimos que el gobierno nos quedó debiendo algo, la verdad”, confiesa Emilio Manzanilla, quien hace un mes, sorprendió al país, mostrándose al frente de un grupo armado y con el rostro cubierto. El pasado 30 de junio, mientras se hacía pública la detención del líder de las autodefensas, José Manuel Mireles Valverde, vecinos de la colonia Lázaro Cárdenas, en el Estado de México, decidieron seguir el mismo camino que un año antes tomó el de Tepalcatepec: ponerle fin a la delincuencia y brindarle seguridad a los habitantes de su comunidad.
Pocos días después, cuando la noticia se regaba como pólvora y el gobierno del Estado de México amenazaba con apresar a los vecinos alzados en armas, dos jóvenes fueron detenidos e inculpados de pertenecer al movimiento vecinal. Desde entonces, muy poco se supo de ellos. Bajo el acoso gubernamental y el de la propia delincuencia, el 8 de julio, Manzanilla apareció al lado de Justino Hernández, presuntos líderes del movimiento, y en un video, desistieron de sus acciones.
“Los que suscribimos, vecinos de la colonia Lázaro Cárdenas del Río, municipio de Tlalnepantla de Baz, en el Estado de México, nos reconocemos como integrantes de un grupo de vecinos que salimos en medios de comunicación nacionales, posando con el rostro cubierto, armas inservibles y algunas de juguete; esto, con la intención de hacernos pasar como un supuesto grupo de autodefensa. Lo cierto es que jamás hemos hecho tarea alguna de vigilancia que nos pudiera identificar como tal”, se escucha en un mensaje colgado en la red social Youtube.
Treinta días después, revolución tres punto cero buscó a ambos personajes y los entrevistó; justo en el lugar donde comenzó todo.
Para ellos, la “acción desesperada” mediante la cual desistieron de las tareas de vigilancia, repetida en las primeras planas de algunos periódicos, no se debió tanto a la convicción de abandonar las armas y mucho menos a un supuesto arrepentimiento. Sino al hecho de que el gobierno municipal se fue en contra de ellos. Una embestida militar por parte de la administración de Eruviel Ávila Villegas, fue el trato que recibieron ante sus demandas. Además, encima, dos amigos suyos que por error ese día visitaron la colonia, padecieron acoso y torturas.
“Nosotros sabíamos que el gobierno se iba a venir con todo en contra nuestra, lo que no calculamos fue que se iban a meter con personas que nada tienen que ver con nuestro movimiento. Por otra parte, más que la idea de suplantar al Estado, nosotros teníamos la intención de enviar un llamado de alerta. Varios de integrantes del que posteriormente se convirtieron en el grupo de autodefensa, llevábamos meses denunciado –sobre todo, ante la alcaldía de Tlalnepantla– la operación de grupos de delincuencia en la zona”, dice frente a una calle en donde nadie sospecha quiénes son ni quiénes serían después.
“Pero nunca nos hicieron caso y siguen sin hacerlo”, lamenta Hernández, quien ahora, a un mes de la acción mediática, habla con el rostro descubierto.
Existiendo desde hace varios meses, más que como un grupo de autodefensa similar al de Tierra Caliente, en Michoacán, el denominado Grupo de Autodenfesa de La Presa, apareció como una organización barrial, compuesta por comerciantes, taxistas y mecánicos. Lo suyo fue tomar una tarea abandonada por el Estado, “ausente su obligación de brindarle eficiente seguridad pública” y “eficiente impartición de justicia” a la comunidad. Es decir, patrullar, en vez de policías, hombres ordinarios que deben turnarse en los rondines y luego trabajar para comer.
“Ahí es donde te digo que el gobierno nos quedó a deber, de verdad nunca quisimos enfrentar al gobierno, sino promover una mejor seguridad pública y ayudar a nuestros vecinos cuando eran atacados”, secunda Manzanilla, quien, a un día de haber vuelto a la colonia, insiste en volver a tomar el rumbo de su lucha. Una lucha que abandonó poco más de diez días, ante el acoso que recibió su persona.
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