MÉXICO, D.F. (apro).- A seis meses de su puesta en marcha, la reforma fiscal ya dejó un panorama desolador en algunos comercios populares. Es el caso de las panaderías, donde algunos establecimientos ya empiezan a bajar sus cortinas y, en el mejor de los casos, se refugian en la informalidad.
De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Panificadora y Similares de México (Canainpa), la aplicación directa del Impuesto Especial sobre la Producción y Servicios (IEPS) al pan dulce ya tuvo sus primeras consecuencias:
“Afectó el consumo de manera severa ya que, en la panadería mexicana, 75% del pan que se vende se ubica en zonas deprimidas económicamente, donde viven los cinco deciles más bajos de la población, es decir, que viven con menos de cinco salarios mínimos”.
La reforma fiscal planteó un IEPS de 8% para alimentos como cereales, chocolates y con azúcar adicionada, además de incrementar un peso por litro en los refrescos y bebidas azucaradas, con el objetivo de “disminuir el consumo de estos productos causantes de la obesidad y enfermedades crónicas como la diabetes”.
Eso sí, Hacienda no distinguió al aplicar el impuesto entre las grandes empresas como Bimbo (que abarca a su propia marca y otras como Marinela, Lara y Lonchibón, caracterizados por sus productos altamente industrializados), y establecimietnos populares como las panaderías.
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