(13 de junio, 2014).- “El que no arriesga no gana”, afirma Darwin con la contundencia que sólo puede manifestar el que ha arriesgado todo. Salir de la zona de confort siempre representó un reto para el ser humano, que desde su nacimiento vive bajo una rutina de horarios, de alimentos y actividades. Sin embargo, es necesario conocer cuáles son nuestros límites, asegura Félix, quien al igual que Darwin decidió migrar y enfrentarse a lo que significa atravesar México siendo extranjero.
Desde siglos atrás, el ser humano dejó su lugar de origen en busca de una mejor vida. La historia data de generaciones en las que los padres veían nacer en una ciudad a sus hijos, crecer en otra y casarse en una tercera opción.
De acuerdo con la Organización Internacional de Migraciones (OIM), en el mundo 3.1% de la población es migrante. Académicos proponen la idea de migrar como un derecho fundamental, no obstante, no siempre se migra con garantías.
Los países cierran sus puertas a las personas de un color distinto, de un acento diferente, pero sobre todo, con la cartera vacía y sin una credencial que los identifique. Al que viaja sin un permiso para pisar tierras distintas a la suya, se le llama indocumentado o migrante irregular. Cada que autoridades y medios de comunicación dan a conocer sobre un nuevo atentado en contra de migrantes a su paso por México, que además queda impune como el caso de la masacre de San Fernando en 2010 (se encontraron al menos 193 cuerpos y que se repitió en 2011), hace pensar que en pleno siglo XXI un documento es igual a ser merecedor de un trato digno.
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