De acuerdo con Sergio Negrete Cárdenas, Emilio Lozoya Austin pudo ser el administrador de una empresa que se suponía próspera pero que requería una transformación radical para consolidarse. El colapso del precio del petróleo lo hizo imposible.
Lozoya mantenía una potente inercia institucional en el sentido de mantener el curso que había diseñado para la empresa desde que tomó posesión con el arranque del sexenio, pero en meses recientes se confirmó que Pemex (cuyos recursos apenas llegan al 3% de PIB, tres veces menos que hace 20 años) no necesita un médico que haga milagros y cure moribundos, sino un enterrador que reconozca un cadáver, y que entre más rápido se ponga en un ataúd y bajo tierra menor es el riesgo de putrefacción, aparte del contagio presupuestal a su único dueño: el gobierno federal.
En ese sentido, la llegada al frente de la paraestatal de José Antonio González Anaya debe verse como el nombramiento de un síndico que pilotará el virtual proceso de quiebra.
Esto, porque hay dos obstáculos formidables que Lozoya, al parecer, no quiso y no pudo enfrentar, y que ahora estarán como prioridades en la agenda de su sucesor:
- Recortar a fondo la inversión de Pemex
- Enfrentar al sindicato de Pemex
Fuente: Forbes
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