La felicidad, la tristeza, la ira y el asco, entre otras emociones, duran como máximo 25 minutos, pues desde el momento en el que se experimentan, el cerebro las atenúa gracias a su capacidad para desensibilizarse.
Este proceso biológico se puede ver afectado por aspectos psicológicos y sociales en una persona, de ahí que para algunos sea más difícil superar pérdidas o querer prolongar la felicidad, cuando ésta ya terminó.
“Algunas emociones en etapas críticas de la vida van a generar trastornos de la personalidad, y su impacto es negativo para la persona”, asegura el investigador del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz” (INPRFM), Eduardo Calixto González.
Además, las conexiones neuronales se hacen más evidentes entre los 8 y 12 años.
El jefe del Departamento de Neurobiología del INPRFM explica que la amígdala cerebral, el hipocampo, el giro del cíngulo y la corteza prefrontal son las áreas cerebrales involucradas en la percepción y evaluación de las emociones..
Fuente: Sipse
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