De acuerdo con Ignacio Ramonet, a lo largo del planeta múltiples redes de control masivo no paran de vigilarnos. En todas partes, alguien nos observa a través de nuevas cerraduras digitales. El desarrollo del Internet de las cosas (Internet of things) y la proliferación de aparatos conectados multiplican la cantidad de chivatos de todo tipo que nos cercan.
En Estados Unidos, por ejemplo, la empresa de electrónica Vizio, instalada en Irvine, California, principal fabricante de televisores inteligentes conectados a Internet, ha revelado recientemente que sus televisores espiaban a los usuarios por medio de tecnologías incorporadas en el aparato.
Los televisores graban todo lo que los espectadores consumen en materia de programas audiovisuales, tanto los programas de las cadenas por cable como DVD, paquetes de acceso a Internet o consolas de videojuegos. Por tanto, Vizio puede saber todo sobre las selecciones que sus clientes prefieren en materia de ocio audiovisual. Y, consecuentemente, puede vender esa información a empresas publicitarias.
Facebook y Google utilizan también estrategias para conocer a los internautas y ofrecerles publicidad adaptada a sus supuestos gustos.
Ya no estamos solos frente a la pantalla de nuestra computadora. ¿Quién ignora a estas alturas que son examinados y filtrados los mensajes electrónicos, las consultas en la red, los intercambios en las redes sociales? Cada clic, cada uso del teléfono, cada utilización de la tarjeta de crédito y cada navegación en Internet suministra excelentes informaciones sobre cada uno de nosotros, que se apresura a analizar un imperio en la sombra al servicio de corporaciones comerciales, empresas publicitarias, entidades financieras, partidos políticos y autoridades gubernamentales.
A veces, esta vigilancia constante también se lleva a cabo con ayuda de chivatos tecnológicos que la gente adquiere libremente: computadoras, teléfonos móviles, tabletas, abonos de transporte, tarjetas bancarias inteligentes, tarjetas comerciales de fidelidad, localizadores GPS, etcétera. Por ejemplo, el portal Yahoo!, que consultan regular y voluntariamente unos 800 millones de personas, captura una media de 2 mil 500 rutinas al mes de cada uno de sus usuarios. En cuanto a Google, cuyo número de usuarios sobrepasa los mil millones, dispone de un impresionante número de sensores para espiar el comportamiento de cada usuario: el motor Google Search, por ejemplo, permite saber dónde se encuentra el internauta, lo que busca y en qué momento. El navegador Google Chrome, megachivato, envía directamente a Alphabet (empresa matriz de Google) todo lo que hace el usuario en materia de navegación. Google Analytics elabora estadísticas muy precisas de las consultas de los internautas en la red. Google Plus recoge información complementaria y la mezcla. Gmail analiza la correspondencia intercambiada, lo cual revela mucho sobre el emisor y sus contactos. El servicio DNS (Domain Name System, o Sistema de Nombres de Dominio), de Google, analiza los sitios visitados. YouTube, el servicio de videos más consultado del mundo, que pertenece también a Google y, por tanto, a Alphabet, registra todo lo que hacemos en él. Google Maps identifica el lugar en que nos encontramos, adónde vamos, cuándo y por qué itinerario… AdWords sabe lo que queremos vender o promocionar. Y desde el momento en que encendemos un smartphone con Android, Google sabe inmediatamente dónde estamos y qué estamos haciendo.
Nadie nos obliga a recurrir a Google, pero cuando lo hacemos la empresa sabe todo de nosotros. Y, según Julian Assange, inmediatamente informa de ello a las autoridades estadunidenses…
Lee el texto completo en: La Jornada
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