-Manuel Tenedor
Parece que en México el horror nunca es suficiente. La supuesta solidaridad que caracteriza a los mexicanos parece ser cosa del pasado o necesita reinventarse en práctica y concepto.
Hace algunos meses, la imagen de Aylan Kurdi, el niño sirio que apareció ahogado en las costas de Turquía conmocionó al mundo entero. La imagen de un pequeño de 3 años que murió en el intento de huir de la guerra orquestada por las potencias de Occidente en Siria, atrajo los ojos de la opinión pública mundial hacia el conflicto bélico que se vive en Medio Oriente desde hace ya varios años.
Incluso en un país como México, acostumbrado a la muerte, la barbarie, los desaparecidos, los descabezados, los colgados, los descuartizados, los feminicidios y la impunidad, se pudieron detectar fuertes reacciones ante la impactante imagen de Aylan.
Hace algunos días en Pinotepa Nacional, Oaxaca, se registró otro asesinato múltiple, en donde fue acribillada otra familia. Un joven de 24 años, una menor de 17 y un bebé de tan solo 7 meses de nacido.
Aunque algunos medios internacionales vendieron la nota asegurando que el asesinato del bebé Marcos Miguel conmocionó al país entero, la realidad es que no fue así. Los medios nacionales no hablaron mucho del tema y la hipocresía de la sociedad mexicana quedó en evidencia una vez más. La indignación fue muy tímida, aislada y se compartió poco en las redes sociales. Mucho menos se habló de ello en la sobremesa o en la charla de café porque, como siempre, se opta por hablar de temas más “alegres”.
Da la apariencia que la sociedad mexicana está adoptando comportamientos de la clase política que tanto dice repudiar. En un momento en el que la mayoría de la prensa de mayor difusión está controlada y pagada por el Gobierno, como la misma Andrea Legarreta lo confirmó, por lo que somos los ciudadanos comunes y corrientes quienes tenemos que hacer la tarea de informarnos los unos a los otros, apoyados en la prensa con ética e independiente y en gente comprometida con la verdad que por suerte todavía existe.
El snobismo mexicano no ha permitido solidarizarse horizontalmente con todas y cada una de las injusticias que se viven en este país. Es urgente disminuir el consumo de contenidos de evasión y el debate de ideologías meramente políticas. Debemos tratar de coincidir primeramente en asuntos de carácter humanitario, entendiendo que tenemos distintas maneras de pensar pero que todos y cada uno de nosotros compartimos la condición humana.
La muerte de Marcos Miguel no importa más que la de Aylan, ni tampoco importa más que la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa o que la muerte de los 49 niños en la guardería ABC. Ninguna me parece más importante que otra por el simple hecho de que en ninguno de los casos es justificable su muerte. Seamos capaces de conmocionarnos ante cualquier acto de injusticia cometido en cualquier lugar, porque al ritmo que va el mundo, podemos perder hasta la libertad de expresarlo.
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