El gobierno de Fausto Vallejo está ya en tiempo extra, y con él está echada la suerte para el proyecto del PRI en el poder en Michoacán. Los últimos días son el retrato de los dos años y medio que lleva la actual administración y demuestran que el gobierno Vallejista jamás pudo legitimarse ante la sociedad michoacana.
A fuer de ser sinceros, el gobierno de Fausto Vallejo se derrumba tanto por la presión presidencial como por los inocultables vínculos de al menos uno de sus vástagos con los intereses más oscuros que tanto daño han hecho a Michoacán.
Pero forman parte de la gran trama que ha derivado en la peor crisis política y social de las últimas décadas: el maridaje del actual gobierno y del partido en el poder con la criminalidad.
Las pruebas están a la vista: uno de los operadores de la campaña, a quien nombró Secretario de Gobierno y quien lo sucedió en la gubernatura interina, Jesús Reyna, duerme desde hace más de un mes en el penal de altísima seguridad de Almoloya y el alcalde de Apatzingán está tras las rejas en el Cereso de Mil Cumbres.
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