El empleo creciente de robots y de la inteligencia artificial es una de las notas distintivas del siglo XXI. Cada vez son más son los dispositivos que pueden utilizarse a distancia mediante control remoto; sin embargo, junto con las ventajas que pueden traer, también son un instrumento para la guerra y el crimen.
Los aviones de combate no tripulados o drones se han popularizado como herramienta militar, ya que es un sistema de vigilancia menos visible que los aviones normales, y pueden permanecer en el aire durante más tiempo que estos últimos. Además, permiten hacer fotografías aéreas con alta definición, ya que están provistos de potentes cámaras y sistemas de rastreo avanzados.
Las aeronaves no tripuladas no sólo sirven para captar y almacenar imágenes, sin pueden llegar incluso a hackear redes de WiFi o a interceptar comunicaciones civiles. Igualmente, cada vez hay más drones equipados con mecanismos de reconocimiento facial y toma de imágenes térmicas que permiten monitorizar a una persona cada vez con mayor precisión, y se espera que su tecnología avance en los próximos años.
Dichas características lo hacen la herramienta ideal para instaurar sistemas de vigilancia y transportar bienes durante una contingencia, pero también para realizar ataques militares, lo que ha traído a la luz la controversia de su uso.
Desde hace varios años Estados Unidos ha utilizado drones para enfrentarse contra Al Qaeda y diversos grupos insurgentes en Afganistán, Irak, Pakistán, Yemen y Somalia. Sin embargo, en un informe publicado el 22 de octubre de 2013, Amnistía Internacional denunciaba que el Gobierno norteamericano, con su programa secreto de aviones no tripulados, había otorgado a sus controladores licencia para matar fuera del alcance del derecho internacional y podía estar cometiendo crímenes de guerra o ejecuciones extrajudiciales.
En ése mismo país se han publicado además numerosos informes donde se analiza en posible conflicto del uso de drones con la cuarta enmienda de la constitución americana y el derecho a la privacidad de los ciudadanos.
Droga por vía aérea
El ya generalizado uso de drones también constituye un quebradero de cabeza para las fuerzas de seguridad de diferentes países, pues los criminales encuentran en ellos
A mayor escala, los narcotraficantes mexicanos construyen sus propios diseños para transportar grandes alijos de estupefacientes hacia Norteamérica. Pero el gran temor de las autoridades es que grupos terroristas recurran a ellos para cometer atentados masivos, estrellándolos con explosivos o descargando bombas sobre objetivos militares o civiles. Sin ir más lejos, Hamas ya ha difundido varios vídeos donde muestra sus propios drones, con los que amenazan atacar objetivos en Tel Aviv.
Seguridad a control remoto
En la otra cara de la moneda, esta tecnología también sirve como un complemento en el sector policial o incluso militar para impedir que se cometan actos ilegales.
En otro país americano, Colombia, el exalcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, recomendó al presidente Juan Manuel Santos su uso para combatir el crimen y los ataques de la guerrilla, así como para reducir la inseguridad ciudadana.
Por su parte, la Unión Europea empezó a invertir en propuestas relacionadas con drones desde que acordó convertir la seguridad nacional en su prioridad. La Agencia de Defensa Europea (EDA) y la Agencia Espacial Europea (ESA) firmaron los primeros proyectos en 2004, y desde entonces ha ido aumentando el número proyectos destinados a investigar e innovar en materia de drones tanto en ámbitos militares como civiles. Además, en el ámbito policial la UE invirtió 2,6 millones de euros en el proyecto ARGUS 3D, el cual pretende preveer posibles ataques terroristas a partir del uso de pequeños drones que vuelan a baja altura.
Con información de Muy Interesante y el Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI)
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