Tres Valles, Veracruz, 20 de junio (SinEmbargo/Expediente).– “¿Nos puede llevar a dónde las fosas de El Diamante, por favor?”, se pregunta a un funcionario del municipio de Tres Valles.
Hasta antes del cuestionamiento, el burócrata había saludado en buen tenor; pero al escuchar a dónde querían ir, los colores se le subieron al rostro. La mirada iba de un lugar a otro y el mentón le temblaba.
Accedió a regañadientes; pero apenas tuvo oportunidad, huyó a todo motor, sin respetar topes, charcos ni agujeros.
La entrada a El Diamante es el preámbulo a un edén. Al fondo de la pradera de este rancho que fuera propiedad de Fernando Cano Cano [los hijos dijeron a la periodista Carmen Aristegui que lo habían vendido], primer Alcalde de Tres Valles, los árboles lucen cargados de frutos, a un costado, un criadero peces. En cada rincón de la propiedad se alzan vegas de pastura y hay un río en medio.
Se trata del sueño dorado de cualquier ganadero; pero para las personas que aquí fueron asesinadas y sepultadas, fue su paso del paraíso al infierno.
Hasta la noche del lunes pasado, cuando personal de la Secretaría de Marina llegó –después de tres meses dieron con el entierro–, nadie se imaginaba que debajo de esos frondosos árboles, a un lado de ese arroyo, se escondía el horror, la muerte, el sufrimiento y la vergüenza que sólo se esconde con tierra de por medio.
En el sitio el olor es penetrante. Moscas verdes rondan los restos de carroña putrefacta y se regodean entre gusanos. Son 13 agujeros. De cada uno exhumaron de dos, tres personas o más. Tiene poco que el personal de Periciales se marchó. Trabajaron con nunca. Fue necesario el apoyo de elementos de Xalapa y de Veracruz.
Una persona, cuya identidad se protege bajo el anonimato y que estuvo en el lugar, dice que los elementos de Periciales no daban abasto. Después de horas de cavar y de extraer carne podrida, el cansancio era devastador. Se tuvo que echar mano de los elementos de la AVI, quienes tuvieron que hacer a un lado su arma y coger la cuerda cuando había que sacar un muerto.
“El cuerpo se exhuma amarrado. Era complicado porque unos no traían manos o pies, a veces debemos ayudar”.
“Nos cansamos de tanto jalar cuerpos. Llegó el momento que donde metíamos la pala, salía sangre y pudrición y media”, contó el oficial.
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