La idea del acelerador se le ocurrió al volver de vacaciones
Haciendo las cosas “a la mexicana” es como García construyó en 2014 el acelerador de partículas más barato del mundo, por mil pesos
Cristóbal Miguel García Jaimes es un joven científico de 21 años, originario de San Miguel Totolapan, Guerrero, quien ahora se encuentra de camino a Suiza, en donde será recibido en la Universidad de St. Gallen como uno de los 200 líderes del futuro, y donde visitará también la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN). “Allá me dieron una acreditación en 2015 y puedo entrar como quien va por casa”, dice en tono de broma al diario El Universal.
Durante su estancia en Madrid, el mexicano fue invitado por la Red Global de Mexicanos Calificados en España a ofrecer una charla en el Instituto de México, misma que terminó siendo una defensa de las cosas hechas “a la mexicana”.
“Hacer las cosas a la mexicana no es hacerlas mal. Es intentar hacerlas bien con lo que tienes a mano”, dice el chico de 21 años, quien ejemplificó con la preparación de unos nachos sin microondas, en donde se tendrá que usar una resistencia y un cubo de agua, “o como Lázaro Cárdenas cuando dio pasaportes a los republicanos españoles”.
Haciendo las cosas “a la mexicana” es como García construyó en 2014 el acelerador de partículas más barato del mundo, por mil pesos.
“Volví de vacaciones y le dije a mi responsable en la UNAM, Efraín Chávez: ‘qué tan difícil será fabricar un acelerador que quepa en mi mochila, para la divulgación'”. Lo cual finalmente terminó haciendo gracias a componentes reciclados que encontró en el laboratorio, como tubos de PVC y rodajas de aluminio. “De esa época me viene el nombre de Chico Partículas: la gente me veía por los pasillos de la UNAM y me aventaban cosas diciendo: ‘acelera esto'”, recuerda.
Desde que llegó a la Ciudad de México, este joven decidió dejar atrás ciertos problemas familiares, y debido a la falta de dinero, comenzó a trabajar vendiendo tortas y luego siendo velador. Posteriormente, cuando ganó el Premio Nacional de la Juventud por su acelerador de partículas en 2014, con 18 años, decidió que podía seguir haciendo muchas cosas “a la mexicana” para que otros alrededor de él también tuvieran la oportunidad de acceder a una vida sin estrecheces.
Fue así que junto con Natalia Téliz comenzaron con la organización Ciencia sin fronteras, la cual se dedica a la divulgación científica y a apoyar a jóvenes que tienen muchas capacidades pero pocos medios para lograr lo que quieren.
Primero comenzaron con una pequeña biblioteca, luego con centros comunitarios de computación, iniciativa que en 2016 fue reconocida como uno de los mejores proyectos juveniles más creativos en defensa de la paz.
“En Oaxaquilla, con computadoras que jalan con Windows 2015 y con software libre, hemos conseguidos que niños de 15 años sin experiencia previa aprendan a programar y desarrollen una playera inteligente con intermitentes de led para andar en bicicleta”, narra García, quien está consciente de lo que significa ofrecerle una salida distinta a esos chicos de una comunidad remota de Guerrero, donde la violencia y el narco controlan la vida de los habitantes.
El joven continúa reuniendo donaciones para llevar más ordenadores a los niños, a la vez que estudia tercero de Física en la UNAM. Cuenta que le gustaría proseguir en el CERN, además de que cuenta con muchos proyectos, aunque no sabe dónde estará de aquí a 20 años. Eso sí, le gustaría tener cinco hijos, “por lo menos”.
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